Existe en China un lugar que parece sacado de una leyenda. Es una comunidad de unos veinticinco mil habitantes, en la que mandan las mujeres: los Mosuo, uno de los pocos matriarcados que sobreviven con fuerza en el siglo XXI. Con ellos convivió durante un tiempo el periodista bonarense Ricardo Coler, que relató su experiencia sin igual en “El Reino de las Mujeres. El último matriarcado”. Sus páginas nos adentran en un mundo en el que lo femenino dirige la batuta de la economía, la política, el amor… ¡Bienvenidos a su casa!
A una altitud de más de tres mil metros, en la República Popular China, se esconde el Lugu, uno de lagos de montaña más grandes de toda Asia, y a su abrigo duerme Loshui, un poblado en el que vive la más pura de las sociedades matriarcales, de las pocas que quedan, el reino de las mujeres, las Mosuo.
Y es que en el reino de las mujeres nada es como conocemos o entendemos en Occidente. Ni siquiera con los papeles cambiados, porque la mujer Mosuo no ejerce el poder como si fuera un hombre, sino que lo realiza de una manera diferente.
“Aquí, sobre el tablero, las piezas están colocadas de otra manera. Hombres y mujeres se ubican en posiciones distintas de las que estamos habituados. Es una variante del juego, un guión diferente para el drama-comedia-tragedia de los sexos”.
En este poblado, las mujeres tienen todas las de ganar: son las únicas que manejan el dinero y las propiedades; sólo heredan ellas y el apellido que se usa es el de la madre. Es más, las mujeres son las únicas que tienen espacio propio, exclusivo en la vivienda, mientras que los hombres viven toda la vida en la casa de la madre, donde tienen asignadas habitaciones de uso común.
Un matriarcado no es un patriarcado al revés, sino otra cosa, porque ellas imprimen a su sociedad un signo más femenino.
“En este mundo en el que la mujer está al frente, lo hace de una totalmente diferente al hombre. Por ejemplo, ellas siempre participan en lo que se está haciendo, intervienen en las labores. También les interesa mucho más el cuidado de su familia que su desarrollo personal. Además en estas sociedades lo más importante es que no existe la violencia, está casi desterrada. Tampoco existe la competencia feroz porque son muy cuidadosas con el entramado social, por más que compitan entre ellas”.
En la sociedad patriarcal, la mujer trabaja; en la matriarcal, el hombre descansa. Y curiosamente las Mosuo no se casan, ni quieren. Cambian mucho de pareja hasta que se enamoran. Una vez pasa esto, la mujer recibe a un hombre y éste recibe sólo a esa mujer.