Abuelos solidarios

Javier Ortiz Aboín es presidente y fundador del Banco de Alimentos de Madrid, una ONG gestionada por jubilados que consigue alimentos y luego los distribuye gratuitamente entre entidades benéficas.

A Javier Ortiz Aboín la prejubilación, tras más de treinta años de trabajo como ingeniero en una empresa ferroviaria, le pilló por sorpresa. Tras el desconcierto inicial, pensó largo y tendido en cómo quería que fuera a partir de ese momento su vida. Tenía dos opciones:

«Dedicarme a mis hobbies y pasarme la jubilación de una forma tranquila y sin ‘tocar bola’, como dicen ahora –explica–, o hacer algo útil que me permitiera ayudar a los demás y al mismo tiempo sentirme lleno”.

Al final, optó por la segunda alternativa:

 “No podía quedarme sin hacer nada acostumbrado como estaba a moverme y a trabajar cada día”.

Catorce años después, Javier se reafirma en la decisión que tomó y, echando la vista atrás, concluye que

“si no hubiera hecho lo que hice no sé qué hubiera sido de mi vida”.

 Y es que lo que hizo no fue poco. Junto con otras ocho personas mayores puso en marcha en 1994 el Banco de Alimentos de Madrid, una organización sin ánimo de lucro cuyo fin es conseguir de forma gratuita alimentos que después se donan y distribuyen entre entidades benéficas legalmente reconocidas y dedicadas a la asistencia y el cuidado directo de personas necesitadas en la Comunidad de Madrid.

Las cifras hablan por sí solas de la importancia de esta organización: más de ocho millones de kilos de alimentos recogidos en 2006 que beneficiaron de forma directa a más de 120.000 personas.

“La gente me pregunta si en España hay hambre –narra–, y yo les respondo que no, que lo que sí hay es gente a la que dar de comer”.

Entre los beneficiarios de la actividad del Banco se encuentran colectivos de todo tipo: enfermos, guarderías, asilos y, cada vez más, extranjeros que acaban de llegar a España.

Junto con Javier, que a sus 78 años es presidente del Banco de Alimentos, trabajan otros 80 voluntarios, todos ellos jubilados. Aunque son un número elevado, Javier afirma que siempre son necesarios más porque constantemente hay altas y bajas.

“Yo siempre digo que los enemigos de los bancos de alimentos son tres. El primero los achaques, el cansancio o las enfermedades. El segundo, la pareja. Algunas mujeres están encantadas de que el marido esté aquí, pero otras les dicen que ya han trabajado bastante y les animan a marcharse”.

Pero sin duda, el peor es el tercero, porque no admite ningún tipo de resistencia: “Cuando alguien nos dice que lo deja por los nietos no nos resistimos. La mayoría somos abuelos y, ante los nietos, no es posible ninguna lucha”.