En el Siglo XVIII, el filósofo J. Jacques Rousseau emitía una opinión sobre la democracia inglesa, que llevaba funcionando desde el siglo anterior: «Los ingleses se creen libres, pero se equivocan, porque sólo lo son durante las elecciones de los miembros del Parlamento; desde que éstas terminan vuelven a ser esclavos, no son nadie. Y en el corto tiempo de su libertad el uso que de ella hacen bien merece que la pierdan». Se refería a la democracia representativa que ante la imposibilidad o dificultad de aplicar la democracia directa, es la que se ha implantado en nuestra Edad moderna.
Sin duda, en comparación con otros sistemas de gobierno que aún subsisten en medio planeta podemos sentirnos privilegiados. Pero ello no quita que podamos y debamos aspirar a mejorar lo que tenemos.
Dos son los principales obstáculos para avanzar hacia la democracia directa (ciudadano a ciudadano): La justicia asociada a la educación en valores (sin justicia no hay libertad, sin libertad no hay democracia) y la capacidad tecnológica que permita gestionar este sistema de forma eficaz y sin corrupción.
En esencia, las mismas dificultades que han existido a lo largo de la historia de la humanidad para avanzar hacia sistemas de gobierno más justos y libres. Y el objeto final de la Innovación Social es precisamente éste: lograr mayor justicia y libertad para cada persona dentro de la sociedad.
Nuestra tecnología avanza y poco a poco vamos contando con los medios necesarios para avanzar hacia esta otra democracia donde la opinión de cada ciudadano es tenida en cuenta en cada tema y tiempo real.
Es en el ámbito de los ayuntamientos donde más y mejor se van incorporando estos avances. En este sentido es impresionante el pueblo de Jun (Granada).
Y también son muchas las iniciativas sociales, al margen de los poderes públicos, como las webs donde comunicar problemas viarios o compartir información para mejorar resultados. Y, cómo no, las asociaciones virutales de acción social (hazteoir, nunca mais, …) o por medio de las redes sociales.