
Somalia no son sólo los piratas que secuestran barcos mercantes occidentales. Pese a que hace ya años que se apearon de los telediarios las grandes hambrunas y los Black Hawk derribados, la guerra civil y sus consecuencias humanitarias siguen su curso incesante, desolador, independiente de adónde apunten las cámaras de los periodistas del Primer Mundo.
Si algún país merece el triste honor de recogerse en una sección dedicada a los conflictos olvidados, es éste que asoma con frecuencia a los informativos, pero obviando la realidad objetivamente más grave que alberga dentro de sus fronteras.
Anna Schaaf, de la División de África central, oriental y meridional del Comité Internacional de Cruz Roja, denuncia este extravío de la atención con cierto resquemor:
«Parece que los medios están más interesados en los piratas que en la situación humanitaria en Somalia, que cada vez es peor. Se trata de dos problemáticas diferentes, ya que la piratería es una forma muy específica de crimen organizado. Obviamente, podría aducirse que el drástico aumento de la piratería en los últimos meses está estrechamente relacionado con la pobreza general y la situación desesperada en la que se encuentran numerosos somalíes, que no pueden dar de comer a sus hijos por culpa de los largos años de guerra».
LOS INICIOS
El periodo de anarquía comenzó con el derrocamiento del dictador Mohamed Siad Barre a manos de los clanes que, especialmente desde el norte del país, reclamaban más autonomía. El frente antigubernamental duró lo que duró la resistencia del enemigo común, y los ‘señores de la guerra’ se repartieron el territorio nacional: el Movimiento Nacional Somalí (MNS) se aposentó en el norte, el Movimiento Patriótico Somalí (MPS) se quedó con el sur y el Congreso Unido Somalí (CUS) se estableció en torno a la capital, Mogadiscio.
Pronto comenzaron a formarse estados vitualmente independientes, como Somaliland y Putland, en el norte, y Galmudug, en el este, en una situación que tuvo que aceptar la Constitución de 2000 y el Gobierno de Transición surgido de la misma, que convirtieron oficialmente a Somalia en una república federal. Sin embargo, en el interior del país fue ganando fuerza el Consejo de Tribunales Islámicos, que llegó a controlar Mogadiscio en 2006. Ahí entró en liza la potencia vecina, Etiopía, que, con la aquiescencia internacional, apoyó militarmente al Gobierno de Transición, y ambos derrotaron a los musulmanes en las decisivas batallas de diciembre.
El Consejo de Tribunales Islámicos tuvo que retirarse de Mogadiscio, pero se enrocó en la guerra de guerrillas que asuela Somalia desde entonces, provocando una crisis humanitaria que se agrava mes a mes desde entonces. El principal grupo islámico de combatientes es Al Shabaab, a quien el Gobierno de Estados Unido relaciona con Al Qaeda.
A comienzos de este año, las tropas etíopes se retiraron de Somalia, lo que, según Chris Albin-Lackey, responsable de la División africana de Human Rights Watch, eliminaba la coartada del enemigo extranjero que habían venido esgrimiendo los radicales islámicos. A su vez, el Gobierno de Transición pasó a manos del jeque Sharif Ahmed, un musulmán moderado que, de acuerdo con Albin-Lackey, muchos pensaron que atraería a prominentes figuras de los rebeldes a la obediencia gubernamental, respaldada también por la Unión Africana.
GUERRA Y SEQUÍA
Sin embargo, el espejismo se deshizo pronto, y la guerra volvió al eterno punto muerto que desangra los recursos del país. Ni el Gobierno consigue conquistar la lealtad de la mayoría de la población somalí, ni los rebeldes musulmanes logran desalojarle del poder. A comienzos de mayo se recrudecieron los enfrentamientos, y el 22 de junio, después de una semana de atentados que acabaron con la vida de cuatro destacados miembros de la Administración y cientos de civiles, Sharif Ahmed declaró el estado de excepción y solicitó ayuda militar a los países de la Unión Africana, con el beneplácito de la propia organización.
Por debajo de estas luchas de poder está la angustiosa situación de la población. Albin-Lackley da testimonio de crímenes de guerra en ambos bandos. Además de los bombardeos y tiroteos en barrios densamente poblados, los insurgentes asesinan continuamente a periodistas y destacados representantes de la sociedad civil, mientras que la policía tiene por costumbre arrestar a ciudadanos y pedir un rescate a sus familias para no meterlos en la cárcel, así como de practicar saqueos y violaciones en sus redadas por las viviendas de sus enemigos.
La guerra y la sequía han ocasionado un abrumador flujo de desplazados y refugiados, que el responsable de Human Rights Watch calibra en nada menos que 300.000 sólo en Kenia, en unos campos diseñados originalmente para albergar a 90.000. Anna Schaaf añade las decenas de miles de desplazados internos que se han tenido que alojar en los campos improvisados en las afueras de Mogadiscio y otras zonas de Somalia.
Schaaf relata que muchos de los que huyen son mujeres y niños, que suelen dejar su hogar con muy escasas pertenencias y que en los campos improvisados de Somalia no tienen comida suficiente ni agua potable. En el centro y sur de Somalia, los desplazados suelen alojarse en casas de sus familiares, pero son tantos que “las comunidades receptoras no pueden ayudarles como quisieran hacerlo, de acuerdo con la tradición somalí. Los desplazados que viven con familiares son una carga adicional sobre unas comunidades ya exhaustas por la sequía, las inundaciones, la crisis económica, los altos precios y la guerra. Por eso, muchos de los desplazados sobreviven sin cobijo ni protección, sin comida ni utensilios con los que prepararla.
La Cruz Roja (en su versión para los países musulmanes: la Media Luna Roja) y Human Rights Watch son dos de las ONG que no han olvidado que la de Somalia sigue siendo una situación lacerante para miles de personas. Anna Schaaf explica que la organización a la que pertenece reparte alimentos, semillas y utensilios domésticos a miles de personas desplazadas por la guerra o la sequía en el centro y el sur del país; fleta camiones que distribuyen diariamente agua entre cientos de miles más, rehabilita pozos y tomas de agua en varias regiones.
Además, prosigue Schaaf, la Media Luna Roja de Somalia mantiene 34 centros de atención primaria y clínicas de maternidad que asisten a más de medio millón de personas; dos hospitales con cirugía que el año pasado realizaron 8.550 operaciones, 2.800 de ellas sobre ciudadanos heridos en los combates.
EN BUSCA DE LOS DESAPARECIDOS
Finalmente, esta ONG ofrece desde comienzos de los años 90 un original servicio de mensajería y rastreo, para poner en contacto a personas a las que la guerra ha separado de sus familiares. En total, el año pasado casi 23.300 somalíes enviaron mensajes a sus allegados gracias a Cruz Roja, y otros 800 han cursado solicitudes para encontrar a algún familiar cuyo paradero desconocen (442 de ellas tenían por objeto localizar a algún niño). Además, seis días por semana, el Comité Internacional de Cruz Roja emite en colaboración con BBC Somalia un programa de radio de 15 minutos de duración en el que se pronuncian los nombres de ciudadanos a quienes están buscando sus familiares.
Por su parte, Human Rights Watch se ocupa de la tarea de documentar y denunciar los crímenes de guerra y las violaciones de derechos humanos amparadas en la impunidad de la contienda. Así lo explica Chris Albin-Lackey,
“Nosotros pensamos que la prolongada impunidad de que han gozado abusos terribles es uno de los factores decisivos que subyacen al empeoramiento general de la situación. Hemos hecho una concienzuda investigación de los abusos de ambos bandos, y hemos promovido que una comisión de investigación de Naciones Unidas ponga de manifiesto los peores abusos y realice el trabajo de campo para un futuro recuento. También hemos insistido en que los gobiernos donantes deben responsabilizarse del limitado papel que han adoptado en todo esto, y sostenemos que deben romper con unas políticas que han proporcionado a las milicias del Gobierno de Transición financiación y apoyo sin insistir en que primero han de poner coto a su comportamiento abusivo”.