Un ingeniero que de verdad «se las ingenia» para luchar contra la pobreza

En los años 70 el Appropriate Technology Movement (Movimiento de Tecnología Apropiada) intentó poner fin a la pobreza a través de inventos de tecnología básica. Falló. La principal razón de este fracaso fue que ignoró una regla básica de la economía: Una vez hechos los diseños de las herramientas, su fabricación correría a cargo de artesanos locales. La idea era que así se crearían puestos de trabajo. Aunque la idea es atractiva, en la práctica no es viable.

Cualquier objeto «fabricable» (teléfonos, ordenadores, coches) es menos costoso y más confiable cuando se hace en grandes cantidades, en fábricas centralizadas. Una vez fabricado, es imprescindible una cadena de distribución que genera puestos de trabajo a lo largo y ancho del territorio donde se demanda dicho objeto.

Aunque parezcan términos contradictorios, en el concepto sostenibilidad va incluida la viablilidad económica. Con esta lección aprendida, el ingeniero Martin Fisher, a través de su ONG Kickstart, está poniendo en marcha por todo África un programa de tecnología agrícola cuya maquinaria se fabrica, distribuye, compra y vende entre Kenia y Tanzania.

«El ochenta por ciento de la población en África es pobre», señala Fisher. «Y el mejor negocio que se puede empezar es superar la agricultura de subsistencia».

Cuando Martin finalizó sus estudios universitarios en Stanford tenía bien claro que no quería enseñar, trabajar para el gobierno o para la industria petrolera. Tras un viaje a Perú y entrar en contacto directo con la pobreza solicitó una beca Fulbright y fue enviado a Kenia. Fisher había previsto estar unicamente diez meses… y no 17 años.

A partir de entonces se fue gestando la organización sin ánimo de lucro que está transformando las vidas de miles de pobres agricultores africanos a través de una combinación de la innovación tecnológica y el desarrollo empresarial. El año pasado ha recibido el premio Lemelson-MIT, por esta labor.

En un principio creó un gran programa de agua en las zonas rurales: se pusieron a construir pozos y con bombas en ellos. Muchas comunidades y poblados obtuvieron agua potable… hasta que las bombas se estropeaban. Frente a un recurso de la comunidad, nadie siente la responsabilidad individual para arreglarlo. Fisher llegó a la conclusión de que la caridad en estas circunstancias no funciona. La gente necesita tener un sentido de propiedad individual sobre la tecnología que hace que tengan una vida mejor.

Así que se ha centrado en diseñar bombas individuales, más baratas. Cuestan alrededor de 34 dólares (un pobre campesino vive con 500 dólares al año). Pero el agricultor eleva sus ingresos a cerca de 1.500 dólares un año después de la compra de la bomba. Además ya hay 550 locales minoristas en Kenia, Tanzania y Malí que se están beneficiando de la venta de estas bombas.

Estos agricultores y minoristas ya no viven el día a día (ya no son pobres). Ahora envían a sus hijos a la escuela secundaria, a la universidad; invierten en otras empresas, se van a comprar una vaca y empezar una pequeña lechería. «Tenemos 10.000 familias que han construido casas nuevas. La gente ha comprado paneles solares. Y por primera vez, como digo, tienen realmente la opción de hacer esas cosas …»

El programa KickStart también ha desarrollado tecnologías de bajo costo para la construcción de viviendas (bloques de cemento) y fabricación de aceite de cocina. En total, 64.000 nuevas empresas se han puesto en marcha en África gracias a KickStart, y estas empresas generan alrededor de 79 millones de dólares al año en nuevos beneficios y salarios.