
La asociación PayaSOSpital demuestra desde hace 10 años en hospitales de la Comunidad Valenciana que “la risa es terapéutica”. A su fundador y director artístico, Sergio Claramunt, le han llegado a decir que su trabajo es más efectivo que un ‘nolotil’, que devuelve a los niños el poder perdido y que es el más bonito del mundo.
¿En qué consiste su trabajo?
PayaSOSpital empezó hace 10 años. El equipo artístico lo forman 30 personas: 20, en Valencia; 5, en Castellón y otras 5, en Alicante. Visitamos siete hospitales en la comunidad: la Fe, el Clínico, el Peset (en Valencia), el General de Alicante, el General de Castellón, el de Villa Real y el de San Juan de Alicante. A los cinco primeros vamos dos veces por semana y a los otros una, pero todo depende del número de niños ingresados.
Nuestras actuaciones son personalizadas y se realizan por parejas, normalmente en la misma habitación de los enfermos. Procuramos adaptar nuestras improvisaciones, según el estado del niño, su edad, su sexo, las personas que lo acompañan, etc. Por ejemplo, si hay una niña ciega, hacemos un espectáculo sonoro; si el paciente no oye, preparamos algo visual; si se trata de un inmigrante que no habla español, nos basamos en la mímica…
¿Qué tiene de especial la formación como payaso de hospital?
El primer requisito para entrar es ser ya payaso. Una vez dentro, los nuevos reciben formación psicológica, médica, artística y metodológica. Siempre mantenemos una reunión previa con el personal sanitario para conocer el estado de los niños, por lo que debemos tener ciertos conocimientos médicos. Además existe un vínculo muy importante entre el payaso y el niño y su familia, con lo que nuestros trabajadores tienen que tener cierto equilibrio psicológico y emocional. Hay casos de niños graves, con un final de muerte, y tenemos que estar preparados para afrontar este tipo de situaciones estresantes y emotivas.
En cuanto a la parte artística, trabajamos todos los recursos que tiene el payaso: improvisación, magia, mimo, danza, malabares, canto, música… y tratamos de adaptarlos al espectáculo casi personal que organizamos en la habitación del paciente, en la que se suelen encontrar un niño y su madre, o como máximo dos niños solos.
Finalmente, impartimos formación metodológica sobre cómo ubicarse en el espacio, cómo hacer un seguimiento del paciente, qué tiempo hay que esperar para que el niño tome confianza, técnicas para no invadir su espacio…
¿Cómo es la acogida por parte del personal hospitalario?
Al principio, tienen mucha curiosidad por ver cómo vamos a funcionar dentro de un espacio como un hospital, donde el silencio es tan importante. Por ello trabajamos mucho con el personal hospitalario, que debe ser nuestro cómplice e informarnos sobre los niños. Siempre que llegamos a un sitio nuevo decimos a los empleados: “esto” no puede funcionar sin su ayuda, y suelen colaborar. Además ven los resultados y se dan cuenta de que los niños cada vez están mejor, se curan antes, están más felices, utilizan menos analgésicos y calmantes… Comprueban, en fin, que la risa es terapéutica, y no ponen problemas.
De todas formas, nos hemos encontrado de todo, como en cualquier parte: algunos sanitarios nos han tratado mejor, otros son más reticentes, otros nos gastan bromas, y algunos hasta se incluyen dentro de los espectáculos… ¡con más éxito que nosotros mismos! Desde luego, los niños se ríen más con ellos, pues que un payaso haga el tonto es bastante normal, pero que lo haga un médico…
Conviene que los niños vean al personal sanitario como amigo de los payasos, y no sólo como gente que les hace pupa. Por ello llevamos bata de médico y utilizamos un maquillaje muy ligero, pues nuestros personajes son todos empleados del hospital: el ‘doctor Nillo’, ‘Mina Mercromina’, el ‘doctor Más Recetas’… Tenemos de todo: médicos, camilleros, enfermeras, auxiliares.., hasta una supervisora.
¿Qué consiguen con su trabajo?
El objetivo es desdramatizar la enfermedad y mejorar la calidad de vida en la estancia hospitalaria de niños, adolescentes y familiares. Sin olvidar la del equipo médico, al que también dedicamos canciones al acabar nuestro trabajo con los niños. Si conseguimos que los empleados del hospital se encuentren más felices, su trato con los niños mejorará y su trabajo será más productivo.
También conseguimos que los padres se rían, disfruten y por un momento se olviden de la situación. Nuestra llegada les da una especie de permiso para continuar con la normalidad de la vida familiar, por muy grave que pueda estar su hijo.
Además, gracias a esa complicidad a la que antes aludía, muchas veces el personal sanitario nos hace partícipe de su trabajo cotidiano. Por ejemplo, cuando tienen que realizar una intervención dolorosa nos llaman para que entretengamos a los niños. Recuerdo a una niña operada de escoliosis que tenía pánico a levantarse, pero que según los médicos llevaba ya suficientes días operada y debía empezar hacer ejercicios y andar. Le preparamos una pasarela con papel higiénico desde su habitación al cuarto de enfermeras, empezamos a hacer el tonto y al final recorrió todo el pasillo, haciendo de modelo.
Otra vez, nos encontramos a las enfermeras aburridas porque un niño se negaba a beber agua. Entonces improvisamos una fiesta, llenamos los vasos y empezamos a brindar… Y al final el niño se acabó la botella entera.
También tenemos un programa de acompañamiento a quirófano, en el que acompañamos a los niños desde la habitación hasta la misma puerta de la sala. Les hacemos reír, les distraemos y hacemos que ese mal rato sea más ameno.
¿Qué diferencias implica el actuar ante niños hospitalizados?
Cuando un payaso sale al escenario ante un público sano, la gente piensa: «a ver qué va a hacer». En cambio, cuando nosotros llegamos a un hospital lo que se preguntan es: “qué hace este aquí». Y simplemente esa incongruencia es algo transgresor que hace que el público se ría, solo con la mera llegada de los payasos.
Asimismo, hay que tener en cuenta que en el espectáculo teatral de clown lo importante es la historia que cuentas tú, que tú llevas preparada y que transmites al público. Por supuesto el público puede interactuar y el payaso improvisa sobre la marcha, pero la historia depende fundamentalmente de tí. En cambio, cuando nos hallamos en la habitación con el niño, lo importante son sus deseos y no lo que puedas llevar preparado. Hay niños que son auténticos directores de escena, que nada más entrar te dicen: «¡cuidado!, ¡hay un precipicio y te vas a caer!», con lo cual tienes que actuar en consecuencia… También nos pueden advertir de que nos hemos convertido en vaca, y hay que seguir el juego…
Ellos tienen el poder y eso es lo importante. En el hospital un enfermo no tiene capacidad para decidir si le apetece que entre el médico o en qué momento quiere que le hagan las curas. Y cuando llegamos nosotros, ellos mandan.
¿Qué destacarías de estos años?
Me han impresionado los padres que nos piden que acompañemos a sus niños en los últimos momentos, y también recuerdo una madre que nos dijo que éramos mejores que un ‘nolotil’. Además, nos escriben niños que han pasado por el hospital y que ya están bien, y nos mandan dibujos y correos dando las gracias.
El nuestro es el trabajo más bonito del mundo. Te tienes que divertir con él, pues si tú no disfrutas, el público tampoco lo hará… Pero no deja de ser un trabajo, pues hay veces que no tienes ganas de hacer el tonto pero te toca hacerlo. Entonces te metes en tu papel, te pones la nariz y te diviertes… Y luego te encuentras mejor.