Dentistas en Nicaragua

Foto: cedida por Meri Losada
Foto: Cedida por Meri Losada

Era algo que tenía en mente desde hacía tiempo. Tras pasar un periodo complicado de su vida, Meri Losada sintió que necesitaba hacer algo que la involucrase con los demás, en lugar de pensar sólo en ella y torturarse por la vida que tenía. Así lo explica la protagonista de este post, que se embarcó rumbo Nicaragua con la ONG Dentistas sin Fronteras.

A sus 25 años, Meri es consciente de que para colaborar como voluntaria no es necesario hacer tantos kilómetros, ya que en su ciudad también hay mucha gente necesitada. Pero la referencia de compañeros que habían ido y la idea de romper con todo la llevaron a uno de los países más pobres de Centroamérica. Sólo ha sido un mes del  verano pasado, pero suficiente para cambiarle la perspectiva de las cosas.

Antes de ir, ¿tuviste que hacer algún curso de formación?

No, en el programa se admitían estudiantes de los últimos cursos de odontología y licenciados, con lo que la formación recibida en la carrera era suficiente. No obstante, sí que nos hicieron una reunión informativa sobre la vida allí.

¿Cuál fue tu labor?

Básicamente, me dediqué a prestar servicios odontológicos gratuitos a la población. Los nicaragüenses son personas muy necesitadas en ese aspecto y carecen de recursos para pagar a un odontólogo. Nos dedicábamos a hacer brigadas, es decir, viajábamos de pueblo en pueblo y montábamos nuestra ‘clínica’ en cualquier lugar (iglesias, colegios, centros sociales…). Dormíamos dónde nos acogían, en colchonetas y bajo una mosquitera. Tras pasar la semana en el pueblo, desmontábamos la ‘clínica’, cargábamos el camión y nos dirigíamos al siguiente pueblo.

¿Cómo vio la gente de allí vuestra colaboración?

Para los ‘nicas’ una caries no es motivo de preocupación. Ellos viven el presente, sólo se preocupan por cómo llegar al final del día. Una vez resuelto piensan en el día siguiente, no planifican. Algunos venían sin saber muy bien cuáles eran sus necesidades, otros con miedo, aunque en general eran personas muy reservadas que se limitaban a seguir tus consejos. También se sorprendían cuándo les explicábamos la gravedad de su salud bucodental, hasta el punto de que algunos no querían tratarse. Ahí he visto destrucciones dentales y caries inmensas, tanto en adultos como en niños. La principal causa es la dieta, con un alto contenido en hidratos de carbono, a base de arroz y frijoles.

¿Encontraste algún problema por ser mujer?

El único problema se planteó en nuestra brigada a la cárcel de Granada, fue algo del todo impactante. Realmente las prisiones de aquí son hoteles comparados con los barracones que vi. A las mujeres nos aconsejaron no desprendernos nunca de nuestra mascarilla ni de las gafas de protección para tener la cara lo más tapada posible. «Estos presos hace mucho tiempo que no ven a una mujer», fue lo que nos dijeron.

¿Qué es lo que más te impactó?

Buff, ¿por dónde empezar? Por ejemplo, me impactó mucho la cantidad de madres adolescentes que hay, allí las violaciones y la prostitución están a la orden del día. La mayoría de chicas son abandonadas, apenas tienen recursos parar mantener a su hijo y seguir estudiando. Tiran adelante solas o con ayuda de la familia, pero desde luego su formación se estanca.

¿Qué diferencias con la vida occidental te llamaron más la atención?

Me llamó la atención la lentitud con que funciona todo, hasta para pedir la cuenta en un restaurante. El envejecimiento de la  población, aparentan ser mucho más mayores, tanto que se sorprendían con mi edad. En contra de lo que pensaba no hay mendicidad, nadie venía a pedirte dinero con la mano. Eso sí, había familias enteras durmiendo en la calle porque no tenían casa. 

Foto: cedida por Meri Losada
Foto: cedida por Meri Losada

¿Cómo ha sido la vuelta aquí? ¿Ha cambiado tu percepción de la vida?

La vuelta ha sido muchísimo más dura que adaptarme a la vida de allí. El simple hecho de viajar en metro me saturó. El estrés, el ritmo de vida, que nadie te mire a los ojos por las mañanas cuando vas a trabajar, un simple «buenos días»… Los primeros días a mi vuelta iba  por la calle con una sonrisa en la cara, la gente me miraba raro.

Me ha cambiado por completo la vida. Ahora doy importancia relativa a las cosas y a los problemas el valor justo que necesitan. El haber compartido un mes con personas que no tenían nada que desayunar y venían a visitarnos en ayunas, y ver que yo también he podido adaptarme a vivir en esas condiciones, me ha hecho tomarme mi rutina diaria con otra perspectiva.

¿Con qué recuerdo te quedas de lo que viviste allí?

La felicidad de la gente y en especial de los niños. A pesar de la pobreza son alegres y viven sin prisas, lo que nosotros bautizamos como ‘filosofía ahorita’. Me quedo con el recuerdo de haber podido aportar una pequeña porción de mí para ayudarles, pero sobretodo me quedo con sus sonrisas.