Pocas cosas son más gallegas que un toxo

imagen de un toxo en florSi nos preguntaran por un animal típico de Galicia y nos dieran tan sólo unos segundos para pensarlo, probablemente vendría a nuestra cabeza la vaca, tótem de la fauna doméstica del norte del macizo Galaico. Pero, ¿y si la pregunta fuera referida a la flora?

Entre el roble de unos, el castaño de otros, e incluso el eucalipto de aquellos con más sorna, andaría la respuesta. Pero, si ponemos los pies en la tierra y miramos a cualquier punto terrestre entre cabo Fisterra y Valdeorras lo que más veremos, a buen seguro, será el toxo.

Y es que este matorral cubierto de espinas, necesitado de un clima húmedo y templado, es para muchos la planta más gallega. Ya lo decía la literatura de Camilo José Cela: “Los tojos hace más años que son gallegos que las hortensias o las camelias”.

Inserto no sólo en el ecosistema medioambiental sino también en el cultural de la tierra donde hace siglos acababa el mundo, hasta otro tótem de la música galaica, Ana Kiro, que dedicó el nombre de uno de sus álbumes a esta leguminosa: “A flor do Toxo”. Ejemplos de su vínculo social que podemos encontrar también en escritores como Manolo Rivas y es que ¿en qué parte del mundo se ha visto a alguien portar un toxo el mismo día en que toma posesión de un sillón de la Real Academia?

Quizás sea por sus espinas, quizás porque su contacto con la piel humana no es, por así decirlo, agradable, o quizás porque su abundancia a veces cansa, lo cierto  es que esta planta que nos agrada la vista con una de las flores más bonitas que quizás haya visto nunca, no suscita, ni de lejos, los mismos sentimientos que la rosa o el clavel. A nadie se le ocurriría agasajar a su amado/a con un ramo de toxos, ni mucho menos llamárselo.

Pese a esta falta de consideración, son muchas las funciones de esta planta: da cobijo y refugio en un elevado número de aves y mamíferos, además de aportar nitrógeno al suelo aumentando la fertilidad del mismo. Una utilidad observada también por la agricultura y la ganadería, ya que se utilizaba como cama para el ganado y más tarde como abono para los cultivos.

Y es que es mucho lo que la sociedad gallega le debe a los toxos, algunos, como el colectivo cultural y juvenil de Ribeira, por deber le deben hasta su nombre.