¿Quién es Mamá Afrika?

Foto: Blog Historias de África
Foto: Blog Historias de África

Ahora se llama Mamá Afrika. Este apodo no lo ha elegido ella, sino que se lo han puesto personas que encontraron en ella un refugio, una palabra amiga, los ánimos para comenzar una nueva vida. Los que la nombran así vienen de muy lejos: Gambia, Costa de Marfil o Senegal, pero todos los que han pasado por su vida le han contado retazos de la suya y han sentido que podían contar con ella. Podemos leer sus historias en el blog creado por Elena, su hija, en historiasdeafrika.blogspot.com

Pero te cuento su historia desde el principio. Todo empezó con un par de zapatos de la talla 45. Con este pequeño y para muchos insignificante dato comenzó esta personal aventura en diciembre de 2006. Lucía Lafuente, (así se llama Mamá Afrika todavía para algunas personas), se encontraba en la Asociación de Mujeres Atalaya, de Castro Urdiales (Cantabria) cuando una compañera suya, que además es voluntaria de Cruz Roja, llegó pidiendo unos zapatos grandes.

Eran para los chicos del albergue de Talledo donde se acogía a los inmigrantes llegados en cayuco. Motivada por la curiosidad que le producía conocer a los africanos y con los consabidos zapatos que le pedían en la mano, decidió subir al albergue con varias amigas. Desde ese día no ha podido dejar de hacerlo.

A esta ama de casa castreña, le impactó tanto la experiencia que vivió allí que desde entonces les ayuda en todo lo que puede. Mamá Afrika les consigue ropa, les ayuda a enviar dinero a sus casas, a conseguir trabajo o un piso de alquiler. Pero no es la única. También los cuidadores del albergue, los trabajadores sociales y tantas otras personas de Castro Urdiales se comprometen a ayudar y a dar su amistad a estas personas que llegan sin nada material que ofrecer pero con tanto que aportar. Elena su hija nos lo cuenta:

«Muchas veces aunque tienen necesidades concretas (por ejemplo, yo me encargo de ir una vez al mes al Banco de Alimentos de Cantabria a por comida), también necesitan que alguien les escuche, les entienda. Agradecen muchísimo que pasemos un rato con ellos y nos tomemos un tiempo para devolverles la tranquilidad, la sonrisa. Se trata de brindarles amistad».

¿POR QUÉ MAMA AFRIKA?

¿Su nombre? A ella misma le sorprende:

«Chek Diop, un chico senegalés del primer grupo que conocí, me llamó Mamá y me sorprendió. Puede que llamen así a quien por edad pueda serlo y a quien les quiera y proteja. Más adelante, Tamara, la trabajadora social, dijo a un grupo nuevo: «Esta tarde va a visitaros Mamá África». Attaco, un chico de Togo pensó: «¿Habrá aquí una mujer negra?». Y me contaba, una semana después, que no entendió que fuera yo cuando me vio aparecer, pero que ahora sí lo entendía y que le pedía a Dios una larga vida para mí. «You are good, mama», me decía».

HISTORIAS PARA RECORDAR

Las historias que los inmigrantes le empezaron a contar a la castreña sobre sus vidas en África, sus familias, sus viajes en cayuco, sus penurias, le llegaban tanto que no podía dejar de contárselas a su hija Elena, y fue ella la que decidió regalarle una forma de poder darlas a conocer:

«Pensé que era una pena que estos relatos emocionantes y enriquecedores, tristes pero esperanzadores al mismo tiempo, no llegaran a más gente, así que se me ocurrió regalarle por su cumpleaños un blog en el que escribir todo lo que iba sintiendo y conociendo».

Así, desde enero de 2008, todos podemos compartir historias de África. Algunas tristes, incluso muy tristes, y otras divertidas, pero todas encierran lecciones de lucha, superación, esfuerzo, valentía… Lecciones que nos dan todos los días personas que intentan dar una vida mejor a los suyos estando tan lejos de ellos.

No para todos es fácil recordar lo que han vivido. A algunos les cuesta contar ciertas cosas, no quieren recordar la muerte de algún amigo en los cayucos. Otros están deseando hablar, pero por el idioma no es fácil la comunicación. Elena afirma:

«Lo que sí descubrimos es que para estos chicos mi madre es su madre. No es una periodista que les pregunta, sino una amiga que se interesa por sus vidas, y quizá por eso las historias tienen esa autenticidad y esa complicidad, y también quizá por eso cuando ella las escribe, lo hace con esa sensibilidad infinita, con esa capacidad de llegar al corazón».

MUCHOS CÓMPLICES

Muchas personas de Castro Urdiales conocen la página web y han oído por la radio o visto en el periódico que el Blog de Elena y su madre Mamá Afrika ha conseguido el premio Día de Internet 2008, distinción que viene a destacar su labor solidaria y desinteresada. Elena asegura:

«Ha sido una sorpresa, porque había candidaturas muy interesantes que competían con la nuestra. Supongo que en este caso han valorado mucho más el contenido y la filosofía del proyecto que la forma o los recursos de los que se disponga».

Las estadísticas de visitas al blog han subido mucho y muestran a Mamá Afrika y a Elena que hay mucha gente interesada en las historias que cuentan. Reciben visitas de todos los rincones del mundo. España, Latinoamérica e incluso desde África.

«Que se conozca la vida de estas personas facilita que se pueda llegar a conocer mejor a los inmigrantes que viven en nuestro entorno y eso nos hace estar muy satisfechas. El poder de Internet es que las historias llegan a cualquier rincón del mundo», afirma la bloggera.

SEGUIRLES LA PISTA

Mamá Afrika mantiene relación con muchos chicos que contaron su historia y ahora viven en distintos puntos de España, como Djendé, que hace poco mandó una carta que está colgada en el blog. Son muchos los que, de vez en cuando, la suelen llamar y se acuerdan de ella. Mamá Afrika nos explica:

«Conocer a gente de otros países siempre te cambia la percepción del mundo y te enriquece. Imagínate si además son personas encantadoras que se convierten en amigos, personas a las que puedes ayudar con muy poco esfuerzo, cuyo agradecimiento por simples detalles como visitarles y darles lo que a nosotros nos sobra, es infinito… Esta experiencia de intercambio es increíble».

«El fenómeno de la inmigración es muy complejo, pero lo primero que hay que aprender es que todas estas personas, de distintas razas, culturas, costumbres o religiones, comparten con nosotros muchas cosas: sueños, ilusiones, esperanzas… el amor por sus familias, el horror por la guerra, el hambre y la miseria de los que huyen… Y están sobre todo asustados».

«Esas personas han salido de sus países para llegar a un mundo desconocido. No tienen nada y han dejado atrás familia, amigos y su hogar. Muchos son muy jóvenes, casi niños. No hablan nuestro idioma, no conocen nuestras costumbres. Sólo quieren trabajar y salir adelante, pero se encuentran muchas trabas y, como dice alguno de ellos, «hay miradas en la gente que te dicen: ‘tú no eres de aquí’. Ojalá poco a poco consigamos que esa mirada se transforme».