Nuestro amigo naturalista Miguel Herrero Uceda ha organizado, junto a Adesval, la Diputación de Cáceres y la Junta de Extremadura, la exposición ‘La mirada de los bosques’, una interesante manera de ver los árboles desde otros puntos de vista.
¿Qué podremos ver en esta exposición?
Se trata de ver los árboles con distintos ojos. Cuando se estudia botánica, principalmente se hace desde el punto de vista morfológico, estudiando sus estructuras, como se reproducen, etc.
Lo que hemos realizado aquí es ofrecer otras visiones para que se vean los árboles integrados en su ambiente y no como fenómenos aislados. En uno de los paneles, por ejemplo, se compara la forma de los árboles con las construcciones típicas de cada ambiente y así se ve que tanto la naturaleza como la arquitectura han adoptado las mismas soluciones ante los mismos problemas. No es igual estudiar la descripción física de la forma de un abeto, un álamo o una encina que ver que su forma es la óptima para los entornos donde se desarrolla cada uno de estos árboles.
¿Cuánto tiempo dura? ¿Qué fechas tiene previstas para la exposición itinerante?
‘La mirada de los bosques’ se inaugura el 18 de marzo de 2011 a las 19:30 horas en el Aula de la Naturaleza de los Canchos de Ramiro, Cachorrilla (Cáceres). A partir de esta fecha recorrerá distintos municipios del valle del Alagón.
¿Cuál es el objetivo que le gustaría conseguir con la muestra?
Mi propósito es difundir el amor a la naturaleza. La sociedad actual ha generado muchos problemas. La única salida es moderar el consumo y cuidar de nuestro medio ambiente. No hay más que fijarse en un mapa para saber que estamos ante las puertas del desierto.
Frente a la erosión y la pérdida de terreno vegetal, los árboles retienen la tierra, minimizan el riesgo de riadas, rellenan los acuíferos, mantienen la humedad, favorecen la biodiversidad con lo que se evita la aparición de plagas, absorben el CO2, ese gas responsable principal del efecto invernadero y, en definitiva, disminuyen las causas que precipitan el cambio climático.
¿Podremos conocer más a fondo muchos árboles de nuestra biodiversidad? ¿Cuáles destacaría?
Somos el país de mayor biodiversidad de Europa y, sin embargo, qué poco conocemos los árboles. Si a cualquier habitante de nuestras ciudades le preguntaran por marcas de coches, seguro que podría reconocer bastantes y en cambio si le habláramos de árboles…
En la exposición nos hemos centrado en 15 especies como representantes de todo el conjunto. Hablaremos del abedul, el abeto blanco, el alcornoque, el cerezo, el chopo o álamo negro, la encina, el fresno, la higuera, el madroño, el naranjo, el nogal, el olivo, el olmo, el pino piñonero y el tejo. Al final se ofrece una pequeña guía para reconocerlos.
¿Algunos de ellos tienen historia?
Cada árbol tiene mucho más que historia, tiene una personalidad muy marcada. Cuando escribí el libro ‘El alma de los árboles‘ estuve recopilando leyendas, mitos, historias e incluso poemas sobre árboles y constaté un hecho curioso: a lo largo del tiempo, culturas que no han tenido ningún contacto entre sí han sentido lo mismo ante los mismos árboles porque más allá de su apariencia física, más allá de su utilidad, nos trasmiten sentimientos que brotan de su propia alma. Sin ellos no serían concebibles los montes, los campos, ni aún nuestras poblaciones. ¿Qué sería de una dehesa sin encinas o del claustro de un monasterio sin su ciprés?
¿Nos puede contar la historia de alguno que sea especialmente emblemático?
Entre las muchas historias existentes, contaré la de unos árboles muy queridos. Es muy común que los olmos presidan la plaza mayor de nuestros pueblos. Estos olmos frondosos y corpulentos a menudo han sido tan importantes para la vida social del pueblo que adquieren el protagonismo de una matrona que con cariño vela por todo el pueblo, por ello a veces surge, de forma espontánea, la denominación de olma.
Por desgracia, hace unas décadas muchos de estos árboles murieron victimas de la grafiosis, una enfermedad que acabó con millones de olmos de Europa y América. No obstante, si bellos son los árboles sanos y frondosos, los olmos aún en muy mal estado, siguen causando admiración. Un olmo moribundo inspiró a Antonio Machado para componer uno de los poemas más evocadores dedicados a un árbol:
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta.
Olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
(Antonio Machado, A un olmo seco)
Este fragmento corresponde a una poesía que Antonio Machado escribió mientras sentía como día a día se agravaba la enfermedad de su amada Leonor y se apagaba la llama de aquella alma juvenil que caminaba irremisiblemente hacia la muerte. Esperó, en vano, otro milagro de la primavera. Leonor murió en el verano de aquel fatídico año. Pasaría mucho tiempo para que del corazón herido del poeta pudiera brotar de nuevo una rama verde. Este olmo, a pesar del mal estado en el que se encontraba entonces y de los años que han transcurrido, sigue allí, se encuentra en Soria, en la entrada de la iglesia del Espino, a pocos pasos de donde descansa Leonor.
Este es el Año Internacional de los Bosques, ¿qué opina de la situación actual de nuestros árboles? ¿Necesitarían más protección?
Ha pasado mucho tiempo desde la época de Estrabón, el geógrafo grecorromano, a quién la tradición le atribuye la frase que aseguraba que una ardilla podía cruzar toda la Península Ibérica saltando de rama en rama, desde Gibraltar hasta los Pirineos.
Hoy, 2.000 años después, nuestro paisaje ha cambiado mucho, demasiado. Ahora casi tendríamos que decir que para hacer este recorrido, nuestra ardilla tendría que saltar de centro comercial en centro comercial. La desertización es un tema muy serio y, como hemos dicho, a nosotros nos afecta en particular por la posición geográfica de España.
Tenemos una gran variedad de ambientes. Estamos entre las frescas aguas atlánticas y las cálidas mediterráneas, contamos con largas cadenas montañosas e inmensas planicies, grandes alturas y profundos valles, zonas húmedas y de escasas precipitaciones. Toda esta riqueza natural conlleva una gran responsabilidad porque también somos el país de la Unión Europea de mayor riesgo de desertización, el 26% de los suelos españoles sufren una grave erosión con pérdida de muchas toneladas anuales de suelo fértil.
Castilla-La Mancha, Andalucía y Murcia son las regiones más amenazadas. Estamos ante las mismas puertas del desierto. Si no tenemos un poco de cuidado con el impacto ambiental de nuestras actividades, y la forma en la que las desarrollamos, poco a poco perderemos la cubierta vegetal que aún conservamos, y con ello, lo habremos perdido todo.
La exposición itinerante pretende enseñar a los jóvenes más sobre la naturaleza. ¿Qué espera que aprendan?
Que por un momento abandonen la realidad virtual que inunda la vida de los más jóvenes y que se sientan atraídos y maravillados por nuestra pródiga naturaleza. Si logro sembrar esa semilla de amor y respeto por los árboles, me sentiré recompensado.
La muestra parte de la visión de los árboles que tienen 6 distintos animales. ¿Nos puede contar un poquito más sobre esta idea?
Para explicar la idea de la necesidad de mirar con otros ojos, voy a recurrir a una parábola que apareció recogida en un manuscrito persa del siglo XIII. Seis sabios hindúes ciegos quisieron saber qué era un elefante. El primero en llegar junto al elefante, chocó contra su ancho y duro lomo y dijo –Ya veo, es como una pared–. El segundo, palpando el colmillo, comentó –Esto es tan agudo, redondo y liso que el elefante es como una lanza–. El tercero tocó la trompa retorcida y gritó –¡Dios me libre! El elefante es como una serpiente–. El cuarto extendió su mano hasta la rodilla, palpó en torno y dijo –Está claro, el elefante, es como un árbol–. El quinto, que casualmente tocó una oreja, exclamó –Aún el más ciego de los hombres se daría cuenta de que el elefante es como un abanico–. El sexto, quien tocó la oscilante cola, dijo –El elefante es muy parecido a una soga-.
Por muchas razones que cada uno de estos estudiosos ciegos dijera a sus compañeros, sería imposible que se pudieran poner de acuerdo sobre cómo es un elefante. Todos estaban en lo cierto y todos en lo falso. Ciertamente, cada uno de nosotros no solo percibimos una parte de la realidad, sino que nos fijamos en distintos elementos, incluso si andamos por una calle, uno se pararía en los escaparates, otro prestaría atención a los vehículos que circularan, un tercero en las personas con las que se cruzara o quizás en los árboles de alineación.
Y así podríamos seguir enumerando: las rejas, los sonidos, los rótulos… hasta llegar a un niño que sólo mira las baldosas del acerado con las que juega a ser un caballo de ajedrez o tal vez una locomotora sobre imaginarios raíles. Es una experiencia muy enriquecedora andar por lugares conocidos e intentar sentir lo que vemos con otros ojos.
Esta es nuestra propuesta. ‘La mirada de los bosques’ es visitar y descubrir los bosques a través de la mirada de otros ojos, pero no el de una persona concreta, sino en el de seis animales que nos invitarán a ver los árboles en un recorrido que, como los anillos de un tronco, nos irán acercando poco a poco hacia su vida interior, desde su aspecto más externo, los entornos naturales, hasta el mismo alma de los árboles.
Os dejo con la mirada de los diferentes animales de la exposición:
– ¿Cómo son nuestros paisajes?
Desde su alto vuelo, más que árboles determinados, lo que la cigüeña aprecia son las distintas comunidades vegetales.
– ¿Qué es lo primero que vemos de un árbol?
La jirafa con su largo cuello ve los árboles desde la distancia.
– ¿Cómo cambia la apariencia a lo largo de las estaciones del año?
El camaleón con su piel cambiante sabe de los colores que le rodea.
– ¿Cómo se crea un bosque?
Un buhito recién salido del cascarón podría preguntarse.
– ¿Cómo consiguen los árboles que los animales cooperen?
Las ardillas consiguen su alimento de los frutos silvestres y, sin que ellas lo sepan, ayudan al bosque.
– ¿Tienen alma los árboles?
El elefante es un animal muy singular, su inteligencia, memoria y longevidad le permiten ir más allá, ver lo que nadie puede ver
– Por último… ¿y el naturalista?
El árbol universal, un árbol para clasificar árboles, una pequeña guía para reconocer a los árboles tratados, porque no se puede amar y proteger aquello que no se conoce.