
Recogemos en este post la entrevista que nuestro compañero Natalio Carrasco le ha realizado al gran periodista radiofónico deportivo José María García para la revista ‘Pacientes’, donde aborda las cuestiones que han marcado tanto su profesión como su vida personal: sus 40 años como comunicador deportivo, por un lado, y su experiencia con el cáncer, por otro.
Tras un periodo de ausencia, ha vuelto a la radio, ¿cómo se siente?
La verdad es que nunca me había ido. Sí que ha habido una larga interrupción de nueve años y es cierto que, en medio ha habido algo importante que ha marcado mi vida, que ha sido el cáncer. Gracias a Dios y a un equipo médico excepcional, comandado por el hematólogo José María Fernández Rañada, fui un privilegiado y lo puedo contar.
¿Es mejor ahora el periodismo deportivo que cuando se fue?
El periodismo deportivo está en el peor momento de su existencia. Yo siento vergüenza ajena cuando veo a colaboradores míos, que han sido primeros espadas y que se sientan para protagonizar un ridículo tan espantoso y esperpéntico. En cuanto a los programas de radio, estás escuchando la retransmisión de un partido y, de momento, pasan a hablar del corte de pelo, de las primas, de no sé que…
Y los periódicos se han convertido en boletines oficiales de los equipos. Siento pena y vergüenza. Ha desaparecido la investigación. En consecuencia, ha desaparecido la denuncia. No hay una opinión plural, una opinión independiente. Tratar bien al Madrid, por ejemplo, significa vender más ejemplares.
En su hogar, en su tiempo libre, ¿qué es lo que le gusta hacer o qué le entusiasma a José María García?
El deporte. Utilizo todas las mañanas como tres horas para hacer deporte. Hago footing, gimnasio, sauna, masaje… Y luego me ocupo de mis cosas. Estoy descubriendo el otro mundo de Internet. Y dedico muchísimo tiempo a mi gran pasión, que es el fútbol sala. Tengo un gran equipo, aunque este año no nos va todo lo bien que yo querría, pero es lógico, no vas a ganar siempre. Es el mejor equipo del mundo, con el mejor historial, en un deporte con practicantes masivos como es el fútbol sala. Y ahora puedo dedicar el tiempo que antes no le dediqué a mi familia. Yo soy un privilegiado y doy gracias a Dios por todo. Lo único que lamento es no haber podido vivir más cerca de mis hijos cuando más partido les sacas, cuando tenían ocho, 10, 12 años…
El cáncer marca la vida de muchas personas. ¿Qué pasó por su cabeza cuando le comunicaron que padecía esta enfermedad?
Me acuerdo como si fuera ahora mismo. Yo salía de hacer unas pruebas, porque me encontraba mal, del Instituto Antoli Candela. Me había hecho una biopsia y recibí una llamada para decirme que era malo. Se me vino el mundo encima, lógicamente. Pero reaccioné pronto. Tengo grandes amigos médicos y lo afrontamos. No necesitaba un oncólogo, sino un hematólogo. Me dieron el nombre de Fernández Rañada, fui a verlo y hablé con él media hora. Había ido con mi mujer y, al salir de la consulta, le dije: “Este es con el que voy a luchar”. Y, efectivamente, acerté plenamente. Fue durísimo, durísimo.
Como católico, no le guardo rencor a nadie, pero si alguna vez tengo que desear algo grave a alguna persona es pasar la prueba de la quimioterapia. Es terrible. Es más, yo en la tercera sesión quise tirar la toalla, pero el doctor me hizo una lectura de cómo estaba la situación cuando habíamos empezado, de lo que había mejorado, de las altas posibilidades que teníamos de triunfar… así que decidí luchar denodadamente. Fueron 16 sesiones de quimio, 40 de radio, me quedé calvo totalmente, mi cuerpo era una piltrafa…
Pero se fue recuperando…
Empecé primero a caminar 10 minutos, después 20, a hacer pesas como los niños, con un kilo. Hasta que, al año, estaba corriendo 15 kilómetros diarios, haciendo pesas y demás, y ya estoy otra vez en una situación absolutamente normal. Por eso, aprovecho la oportunidad para decir a todos aquellos que estén en mi misma situación que hay que luchar, luchar, luchar; no tirar la toalla jamás.
¿Qué ha aprendido de esta dura experiencia?
He aprendido algo que ya sabía pero que se me ha vuelto a poner sobre el tapete: que no hay nadie imprescindible. Que podemos ser más o menos necesarios, pero que no hay nadie imprescindible. Que no somos el ombligo del mundo, que estamos aquí de paso y que lo que merece la pena es vivir con la conciencia tranquila, ayudar lo más que puedas y sentirte bien contigo mismo. Para mí, es una lección fenomenal.
Dicen que los mejores amigos siempre están junto a uno en los peores momentos…
Tengo amigos con los que puedes ir hasta el fin del mundo. No me ha defraudado nadie. Se han portado muy bien, las altas instancias del Estado, desde el Rey al presidente del Gobierno, todos se han interesado y, luego, estoy en deuda permanente con este país porque no puedo salir a la calle. Ahora es “vuelve, vuelve, vuelve”. Antes, mensajes de que estaban conmigo, que te recuperes… Eso te hace llorar.
Afortunadamente, consiguió superar esta enfermedad. ¿Esto hace que se sienta más fuerte?
No. Creo que estoy viviendo de propina y, por lo tanto, todos los días son un nuevo día, todos los días son una bendición. Lo que hace es que sea muchísimo más optimista, pero muchísimo más sensato. Y me hace reafirmarme en que estamos de paso y que no vale la pena enfadarse. Si el problema no tiene solución, da lo mismo que te enfades o no. Y, si la tiene, hay que buscarla.
¿Le presta ahora mayor atención a cualquier avance en la lucha contra el cáncer que se anuncie en los medios de comunicación?
Sí, presto mucha atención a la medicina. De hecho, desde hace muchísimo tiempo, yo participo como socio propietario en la clínica Cemtro, con Pedro Guillén y otras personas y, siempre que puedo, presto mi colaboración a las distintas asociaciones en la lucha contra el cáncer, con mi presencia o con mi ayuda en todo lo que pueda.
Por último, ¿le gustaría volver a dirigir, como hasta no hace mucho, un nuevo programa deportivo en la radio?
No. Yo, si vuelvo, que no lo sé todavía, volveré pero nunca con una información solo deportiva, de carácter general sí. El deporte ya ha cumplido una etapa en mi vida. A mí no me gustaba el deporte. Yo he sido comunicador deportivo por accidente, un accidente que ha durado 40 años, pero eso ya ha acabado.