Los futuros distópicos, la hipervigilancia o la comprensión del porvenir desde la tradición son temas muy presentes en este convulso momento que estamos viviendo y que también atraviesan la exposición Generación 2020 en nuestro centro La Casa Encendida. Desde hace dos décadas, la Fundación Montemadrid posibilita a creadores menores de 35 años desarrollar un amplio proyecto artístico mediante nuestra convocatoria Generaciones.
Elisa Celda, Oier Iruretagoiena, Gala Knorr, Javier Arbizu, Claudia Lorenzo, Miguel Marina, Cristina Mejías y Nora Silva son los ganadores de este año y los artistas presentes en la muestra comisariada por Ignacio Cabrero.
Mientras esperamos volver a la normalidad y poder volver a ver la exposición, hablamos con cuatro de ellos para que nos cuenten más sobre su trabajo y les proponemos un juego: responder una pregunta planteada por nosotros y otra que se hagan entre ellos. Esta particular entrevista se realiza por parejas elegidas teniendo en cuenta los temas principales que tratan sus obras. Así, en esta primera parte, Nora Silva y Gala Knörr hablarán de internet y cultura millennial mientras que Oier Iruretagoiena y Miguel Marina tratarán la descontextualización artística de objetos encontrados y su mensaje artístico.
La obra de Nora Silva trata la privacidad, el entorno de internet y la hipervigilancia, y genera un discurso sobre la identidad digital y la seguridad política en estos contextos. Le preguntamos sobre su proceso creativo y la interiorización de las normas del mundo 2.0 a la cotidianeidad, ante lo que destaca su interés por los sucesos contemporáneos y por buscar que sus prácticas los reflejen: “La comercialización de los datos de usuario, el escándalo de Cambridge Analytica y la manipulación de comportamiento a través de los medios sociales, el estado de auto-monitorización constante y de manera voluntaria propio del usuario de Instagram, Facebook y demás redes o la consecuente pérdida de privacidad. Éstas son algunas de las características de la cultura, no sólo millennial, sino extrapolables a la era digital, que intento trabajar también a través de la performance”.
Además, su trabajo muestra un profundo interés por la banalización de la violencia a través de los videojuegos, su estetización a lo Hollywood y cómo esto actúa como sedativo en la percepción del nativo digital: “¿Es más real la performance en vivo o vista con filtros en pantalla? Las dos se contraponen y son generadas simultáneamente, ¿dónde reside la autenticidad? ¿Importa, acaso?”, se pregunta la artista que, paralelamente, trata también la sobreprotección tanto institucional como individual en la que vivimos inmersos: “Todo es un posible riesgo y el mundo 2.0 es un mundo seguro, con rodilleras y máscaras anti-coronavirus, donde está prohibido todo lo que suponga una mínima posibilidad de resbalar. El Homo Cauto, atosigado en accesorios defensores.”
Acerca de la obra de Gala Knörr, que gira en torno a la cultura millennial revisando también eventos sociales que rozan lo distópico desde el humor, Nora Silva se interesa por el uso del meme en la obra pictórica y si “se produce una paradoja entre la naturaleza transitoria del meme y la eterna de la pintura”, ante lo que Knörr alude al rapero Tyler The Creator para responder: “Él decía que él mismo era una paradoja andante mientras una cucaracha le rondaba el cuerpo, ja, ja, ja… Puede resultar algo paradójico el resolver cuestiones fundamentalmente centradas en los efectos del mundo tecnológico mediante un medio artístico con connotaciones históricas como la pictórico, pero me interesan los hechos contemporáneos que marcan el tiempo en el que vivimos y la pintura siempre ha estado marcada por el contexto en el que se ha creado, de manera representacional o abstracta. Muchas obras históricas tienen en común con el meme una capacidad de reconocimiento y reflexividad que hacen que la propia obra adquiera autonomía”.
En general, todo lo que caracteriza a la Generación Y es de gran importancia en la obra de Gala Knörr, tanto a modo de construcción del objeto artístico como en las referencias que usa para ello. Lo cotidiano de internet, el convertirnos en datos comercializables que redirigen el neoliberalismo, la precarización y el sentimiento de impotencia de nuestra generación, así como “la forma en que el algoritmo hace que nuestra experiencia online se convierta en un gran monólogo anéstesico y genera así rupturas en el status quo de nuestra vida cotidiana, donde ese flujo de información conformada no corresponde a nuestra realidad palpada”, son fundamentales en su trabajo. Destaca también “el gran poder de la imagen, compartida, hackeada, adulterada, que acarrea una genealogía imposible de rastrear; y esa misma genealogía acarrea una serie de afectos y lecturas que han sido añadidos por los usuarios”. Además, hace hincapié en su concepción del arte como un acto de resistencia: “Porque creo firmemente en la capacidad y en la necesidad de reactivar una sensibilidad o imaginación en la sociedad necesaria para reconocerse a sí misma”.
Por su parte, tanto Oier Iruretagoiena como Miguel Marina trabajan a partir del uso de objetos encontrados en diferentes lugares que luego reinterpretan en sus obras. La obra de Oier no busca transformar esos elementos en objetos narrativos, sino todo lo contrario, ya que, como nos cuenta, “el punto de partida son las pinturas encontradas y la visión bucólica de lo rural que se daba en ellas. El título de la obra, Paisaje sin Mundo, también se sitúa en ese comienzo, porque puede ayudar a pensar sobre los tipos de paisajes representados”. No obstante, “ese primer interés se diluyó durante el proceso, porque los plásticos fueron cogiendo cada vez más presencia, dejando las pinturas relegadas a un segundo plano. Durante la composición, que en mi caso es un constante hacer y deshacer, las pinturas eran más bien colores, formas, texturas y materialidades que dialogaban con las transparencias, las arrugas, los brillos y las leves tonalidades del plástico, así como con las grapas, los trazos de rotulador, las bandas de lona, etc.”.
Así, el exceso y la superposición se vuelven elementos imprescindibles de la obra, unidos a un trabajo casi artesanal en el tratamiento de los materiales, tanto en su cuidado como en su destrucción, “entre el mimo y el maltrato, el respeto y la falta de respeto. Es parecido a la sensación que me genera esa visión bucólica de lo rural: atracción y rechazo a la vez. Es la sensación que me produce casi todo con lo que decido trabajar, y también el carácter que intento conseguir para mis trabajos”.
Ante la pregunta que le hace Miguel Marina sobre las esculturas que Oier ha presentado en trabajos anteriores y la relación entre esa disciplina con el collage-instalación de la presente muestra y si se condicionan entre sí, Iruretagoiena afirma que la pieza expuesta en La Casa Encendida no le parece muy diferente a sus esculturas, que también realiza ensamblando capas y materiales: “Hay muchas capas, en algunos puntos coge bastante grosor y peso, y es muy matérico. De hecho, en el proceso no me quedé del todo satisfecho hasta que cogieron cierto peso […] Haber llegado a hacer estos murales es consecuencia, por una parte, de un desarrollo de los trabajos anteriores (una línea que avanza de manera muy orgánica, nada forzada), y por otra, de un ejercicio de adecuación al espacio propuesto.” Oier, por su parte, le pregunta a Miguel Marina sobre la sensación de pausa que desprende su trabajo y cómo afecta el tiempo en el proceso de creación de sus piezas. Para él, como explica “buena parte de la jornada es reflexiva o intuitiva en el proceso. La mayor parte del tiempo la dedico a visualizar lo que me gustaría hacer. Al final, la ejecución de las obras se va concentrando en pequeñas porciones y en momentos milagrosos en los que salen cosas casi por arte de magia”.
Respecto a la inclusión de objets troubé en sus trabajos, Marina habla de la curiosidad que le suscitan esos elementos, “casi nunca hago nada con ellos y si los incluyo suele ser como una parte secundaria, con un valor simbólico muy personal o incluso como anécdotas concretas”. Para él, “el ejercicio de recolectar esos objetos en el paisaje me interesa como punto de partida y como nexo entre el lugar y lo que realizo posteriormente en mi estudio. Al mismo tiempo creo que esos objetos no son necesariamente encontrados sino más bien buscados. Luego, tras un proceso dilatado de trabajo y eliminación, van apareciendo las piezas que decido exponer y son ellas las que pueden mostrar narraciones más o menos claras”.