La convocatoria anual del concurso de Microrrelatos Carmen Alborch Fundación Montemadrid se ha consolidado en su IV edición, con una participación masiva.
Se han recibido más de 6500 manuscritos. La obra ganadora, premiada con 1.702 € (cifra que recuerda el año en que se fundó El Monte de Madrid), ha sido el microrrelato “Vidas pasadas”, de Daniel Ramón Dilla. El segundo premio, dotado con 800 €, ha sido para “Magda”, de Javi Rumí. Por último, los tres accésits, con 400 € cada uno, corresponden a “La gotera”, de Enrique Mochón, “Una cosa por otra”, de Antonio Cortijo, y “Por arte de magia”, de Ignacio López Soriano.
El Concurso de Microrrelatos «Carmen Alborch» Fundación Montemadrid nació con la finalidad de despertar la imaginación de las personas interesadas en la escritura y descubrir su talento literario. Lleva el nombre de quien formó parte del patronato de la Fundación además de ser presidenta del jurado del concurso de microrrelatos en las primeras ediciones, Carmen Alborch, que siempre se caracterizó por su amor por la cultura y su apoyo a iniciativas en las que se fomenta la creación.
Hemos querido conversar con los ganadores sobre sus microrrelatos, su trayectoria, su interés por la literatura y sus planes de futuro.
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“Vidas pasadas”, de Daniel Ramón Dilla
Tu microrrelato tiene como idea principal el encuentro del presente con el pasado. ¿Cómo se originó la idea y cómo conseguiste darle forma en tan solo 200 palabras?
Decía Borges que a los objetos se los quiere con tristeza, porque ignoran que uno existe, sufre, quiere. Pensando en los objetos, y concretamente en la palabra joya, que era requisito del concurso, me atrajo la idea de utilizar una alianza como un nexo entre el pasado y el hoy, y apoyar sobre esa alianza, y su transacción, la historia de un afecto. Intenté enfocarlo de una forma optimista, dando a entender que el amor siempre prosigue, pero de diferentes formas.
Cuéntanos algo más sobre ti y por qué la escritura forma parte de tu vida. ¿Te dedicas/te gustaría dedicarte profesionalmente a la literatura?
Me gustaría pensar que ya me dedico profesionalmente a la literatura, en el sentido que es una pasión que siempre me acompaña, a la que dedico tiempo, ilusión, y que me devuelve felicidad. Otro asunto distinto son los recibos, las hipotecas, el final de mes. Un joven se acercó a Josep Plá y le preguntó qué era necesario para dedicarse a la escritura, a lo que Pla respondió: “dinero”. La clave está en conseguir un equilibrio, permitir que tu vida tenga un espacio y un tiempo para cultivar esa ilusión.
En el juego de la escritura cualquiera es siempre un ganador. Todo aquel que busca una historia, la encuentra y la transmite, alcanza la felicidad. Es una felicidad que nadie le puede arrebatar.
¿Qué hace diferente a este certamen de otros de su estilo?
Apostar por los microrrelatos es un ejercicio de esprint: cuando escribo bajo formas más amplias, de largo recorrido, tiendo a las digresiones, a las euforias expansivas. Focalizarme entonces en estructuras breves, como el microrrelato, o como los haikus, es un ejercicio intenso de condensación, porque me permite buscar el máximo efecto en el menor espacio y tiempo disponibles.
Con respecto a este concurso, lo conocí a través de Internet. Me sorprendió positivamente leer que llevaba el nombre de Carmen Alborch, y también la calidad del jurado. Lo que desconocía era su importancia, así como el número de participantes. A posteriori, la recepción del premio me ha confirmado también el buen hacer de la estructura que hay detrás.
Háblanos de la idea principal de tu microrrelato y cuéntanos un poco las dificultades a las que te enfrentas cuando trabajas en textos tan breves.
Utilicé la transacción, poco frecuente, de una alianza matrimonial, como manera de recuperar un recuerdo y traerlo al presente. De juntar hoy memoria y realidad. De mostrar que el amor, en verdad, nunca cesa, sino que más bien desemboca en maneras diversas, insólitas.
La dificultad de un microrrelato es cómo alcanzar un ritmo preciso en un espacio tan corto. Los talleres y libros sobre este tema pueden ser útiles para aprender a abrir ángulos, ideas, pero supongo que, si se aplicaran sus reglas, uno terminaría por caer en automatismos, y la forma perdería entonces su carácter inesperado, de explosión. El único secreto que funciona en cualquier disciplina es dotarla de tiempo, que en el caso de la escritura significa subirse a un proceso artesanal de revisión de los textos, cuidado de la eufonía, del ritmo de las palabras, de la revelación gradual de una historia que bien puede desembocar en orden o en caos.
“Magda”, de Javi Rumí
Javi, eres conocido por tu faceta como director y guionista de cortometrajes y webseries. Radiología (2013) y La crisis de los 25 (2015) son dos de tus creaciones audiovisuales más conocidas. ¿En qué se diferencia el proceso creativo a la hora de escribir para distintos formatos?
Aunque no me dedico profesionalmente a la escritura, actualmente trabajo en mi propia productora, Diodo Media, y realizo todo tipo de encargos audiovisuales Espero que en los próximos años podamos dedicarnos mucho más a la ficción; sería una buena señal porque significaría que hemos conseguido vivir de lo que más nos gusta.
Contrariamente a lo que la gente cree, la escritura de guiones no se aleja mucho de la prosa o la narrativa. Al final, y aunque a menudo se infravalore el trabajo de los guionistas, todo es literatura; las diferencias son sutiles, más de forma que de fondo. Quizá la mayor diferencia entre la escritura para el audiovisual y la narrativa sea que en el audiovisual estás obligado a escribir sobre acciones y en la literatura puedes transmitir con mayor libertad los pensamientos de tus personajes. Pero oye, puestos a imaginar, si Bob Dylan ganó el Nobel de literatura, ¿por qué no puede hacerlo un guionista en el futuro?
¿Fue la escritura la que te llevó al mundo audiovisual o al revés?
Siempre han ido juntas, creo. Escribo desde que tengo uso de razón y en cuanto descubrí el audiovisual lo vi como una extensión más de lo que podía hacer. Tener experiencia en ambos mundos me permite poder decidir, cuando la idea llega, si resulta más apropiada para una novela, un relato o un guion. En cuanto acabé la escritura de mi primera novela me lancé directamente al desarrollo de un largometraje.
También has publicado un libro, Prescindible, y ahora estás inmerso en la búsqueda de financiación de tu primer largometraje de ficción, Después del accidente, una comedia de la que eres guionista. ¿Vas a dedicar el premio a este proyecto?
Sí, Prescindible es mi primer libro de relatos -espero que no sea el último- publicado por LC Ediciones, que es una editorial tradicional del sello Amarante.
El cine es carísimo porque necesita múltiples vías de financiación y mucha suerte para poder realizar tu ópera prima sin pedir demasiados favores. Para lo que sí que puede ayudarme el reconocimiento es para que me hagan más caso en las reuniones con productores. Ser el ganador del segundo premio de un concurso tan prestigioso tiene que dar algo de caché, ¿no?
Siempre que participo en algún concurso es porque hay algo que me motiva. En este caso, además de que es un certamen muy reconocido con premios muy jugosos y con un jurado de relumbrón, la obligación de usar determinadas palabras fue lo que más llamó mi atención.
¿Cuál es la idea principal de tu microrrelato?
No me gusta demasiado hablar sobre mis textos, soy bastante torpe en ese terreno, y si encima son tan cortos… entre que te pones a explicarlo ya has usado más palabras que en el relato en sí, lo cual es bastante absurdo. Para quien no lo haya leído, puedo decir, sin desvelar mucho, que va sobre un cumpleaños y hay un helado de vainilla.
Las dificultades a las que me enfrento cuando escribo textos tan breves son bastantes. Siempre me pasa lo mismo: al terminar un relato corto lo releo y lo corrijo mil veces, y cuando creo que al fin lo he conseguido… veo que me sobran doce palabras. Doce. Lo bueno es que después te pones a rehacerlo, eliminas varios adjetivos prescindibles, conviertes una subordinada en dos frases cortas, eliminas una digresión redundante sobre lo mucho que sufre tu personaje… y luego lo relees y ves que está mucho mejor así.
“La gotera”, de Enrique Mochón
Eres un veterano en esto de la escritura de microrrelatos, y te has presentado a varias convocatorias. ¿Cómo empezaste y qué fue lo que más te atrajo de este formato?
Empecé gracias al concurso de Relatos en Cadena Ser. El formato pequeño me pareció un modo asequible de escribir historias para alguien que, como yo, no tenía experiencia en la escritura y tampoco mucho tiempo para dedicarle. Todavía pienso que no es difícil escribir un microrrelato; otra cosa es conseguir que el resultado merezca la pena.
En 2018 tu microrrelato Miradas fue ganador de la convocatoria del programa Wonderland de RNE. Percibimos cierta similitud con “La gotera”, a pesar de que ambos relatos tratan temas diferentes, hay una presencia de lo «extraño» en tus creaciones. ¿Es así?
Seguramente la haya en parte de ellas, aunque creo que no de una forma consciente, sino como una consecuencia natural de esa búsqueda de lo que cada uno entiende como digno de ser contado. Yo suelo encontrarlas en asuntos cotidianos y, sobre todo, en eso que nos hace distintos y sorprendentes, por más que observados con la perspectiva necesaria seamos todos tan iguales y predecibles.
¿Qué te movió a escribir este microrrelato?
Mi intención con esta historia era mostrar lo ajenos que somos a veces a algunos aspectos negativos de nuestra personalidad, insignificantes en apariencia, pero que a fuerza de insistir en ellos terminan socavando nuestras relaciones.
Lo más difícil es lograr que el texto quede natural después de haber puesto en él todo lo que quería. Porque está aquello de seleccionar bien lo que debes o no contar, el orden en que convendría hacerlo y hallar el mejor modo de resolverlo. Pero luego toca pulir todo y a menudo incluso tienes que prescindir de cosas que al empezar considerabas imprescindibles. A mí me cuesta mucho quedarme contento con el resultado, aunque cuando creo en la idea que quiero plasmar y pongo en ella todo mi empeño.
“Una cosa por otra”, de Antonio Cortijo
En tu microrrelato hay un juego de palabras en el que pones de relieve el refranero español, pero cambiando el orden de algunas palabras, y por tanto, alterando el significado. ¿Cómo surgió la idea?
Surge la idea como un chispazo, como un juego que en un principio parece que se va a quedar solo en eso. Pero, una vez escrita la primera frase, compruebas que puede dar algo más de sí, tiras del hilo y empieza a crearse una situación, un personaje, un escenario. Y esa idea original -tan breve, tan escasa, tan paradójica- se convierte en una pequeña historia. Y esa historia, al ser desarrollada, nos muestra que el refrán original, al ser alterado, aunque no signifique ya lo mismo, mantiene su sentido.
¿Cómo percibes la literatura y la creatividad?
Considero a la literatura de creación como una ardua carrera de estudios rigurosos y dedicación exclusiva, al margen de departamentos y academias.
¿Cómo surgió la idea de convertir a un juego de palabras en el eje central de tu microrrelato?
Hay ocasiones en las que en lugar de darnos la liebre, nos dan el gato. Y con todo el derecho del mundo nos sentimos engañados, estafados. Y podemos mostrar nuestro enfado y reclamar y exigir. Pero hay otras veces, las menos, en las que pedimos simplemente el gato y nos dan la liebre, algo mejor de lo que habíamos solicitado. ¿Qué ocurre entonces? Callamos y nos alegramos de nuestra buena suerte. Pero… no era eso lo que queríamos. En un principio, nos conformábamos con el gato. ¿Qué vamos a hacer ahora con la liebre?
Lo que era una simple paradoja acabó convirtiéndose en un relato. Pero no lo suficientemente breve para las bases del concurso. Así que una vez escrito, me tocó desescribirlo, irle quitando cosas, frases, adjetivos, situaciones, hasta dejarlo casi en los huesos. Deshuesado. Esto fue más costoso que escribirlo. Al final, creo que esa concisión le sienta bien.
“Por arte de magia”, de Ignacio López Soriano
Eres un reconocido autor de relatos. Tus textos han sido premiados en más de treinta certámenes literarios y están recogidos en diferentes publicaciones, individuales o colectivas. ¿Qué te motiva para seguir escribiendo?
Comencé a escribir siendo muy joven como una consecuencia natural del placer de la lectura. Cuando uno lee muchas historias, acaba intentando contar las que lleva dentro. Y cuando te acostumbras a escribir y sientes que esas narraciones son bien recibidas por un buen puñado de personas… y hasta las premian en concursos, ese juego se transforma en un “gusanillo” que te pide, cada día, que te pongas a hilvanar palabras, a sentir la vida a través de las vidas que inventas. Para un “venerable sexagenario” que se siente “cuatro veces quinceañero”, escribir es una manera más de disfrutar la alegría de vivir.
Has dedicado gran parte de tu vida a ser maestro. ¿Qué nos puedes contar acerca del interés de los más jóvenes por la literatura? ¿Crees que ha aumentado con respecto a años anteriores?
Curiosamente, mi especialidad en la docencia son las Matemáticas, la Biología, la Botánica, la Física o la Química. La Literatura siempre la he visto como una manera lúdica, algo con lo que disfrutar. Eso llevó consigo que acabara siendo «el maestro de Ciencias al que le encantan las Letras» y terminara encargándome de la biblioteca del centro, de organizar clubes de lectura de alumnos y de familias o de impartir clases de Lengua y Literatura en las que acabé inventando, entre otras ocurrencias, «el rap de la tilde» para aprender esas normas de manera fácil, un método para enseñar a escribir versos que llamé «Escribiendo una poesía me divierto cada día» o el juego «Quijoteando» con el que el alumnado de 5º y 6º de Primaria conocían la obra de Cervantes y gozaban con ella.
Creo que, hasta esa edad, con una buena selección de libros, es fácil conseguir el interés por la lectura. Resulta más complicado cuando ya pueden tener un teléfono móvil o una tablet en sus manos. Esa diversión en colores, que no exige gran atención y que puede ofrecer cambios constantes de actividad, supone un grave inconveniente para el fomento de la lectura. El ejemplo de padres y madres que leen de manera habitual es posible que sea una de las mejores soluciones para este problema. El tiempo de pandemia que nos ha tocado vivir puede ser ideal para desarrollar actividades de lectura en familia.
¿Qué ha sido lo más difícil a la hora de plasmar tu idea en un microrrelato?
La enorme dificultad del microrrelato es que, en muy pocas palabras, debes concentrar no una sino dos historias: la que queda escrita y la verdadera historia que se narra que es la que subyace bajo el texto.
En el caso de “Por arte de magia”, la desaparición de Paloma es lo que ha quedado negro sobre blanco, pero la auténtica idea del microrrelato es plasmar las ansias de libertad de una muchacha que se siente enjaulada en un pueblo que es lo suficientemente grande como para que lo visite un circo pero tan pequeño como para que su vida esté controlada por costumbres y supersticiones, por cientos de ojos que la obligan a cumplir rutinas, tradiciones… y hasta tener un novio desde muchos años atrás al que ya no sabe cómo quitarse de encima. Conseguir esa ambientación en un texto tan breve, en el que hasta el nombre de la protagonista tiene sentido, fue el gran reto a la hora de escribirlo. Hubo que pulir mucho la primera versión y eliminar todo lo que no contribuía a expresar la esencia del mensaje que se quería transmitir para lograr su estructura final.
Un concurso que aporta visibilidad y prestigio
En solo cuatro ediciones, el ‘Concurso de Microrrelatos «Carmen Alborch» Fundación Montemadrid’ se ha consolidado como uno de los más prestigiosos de su categoría. Tras conversar con todos los ganadores, todos coinciden con Antonio Cortijo en que el “mundillo literario es muy complejo y entrar en su engranaje es bastante difícil”, por lo que no hay que desaprovechar la oportunidad que brinda este concurso para dejar de ser inédito.
¿Por qué decidisteis presentaros al Concurso de Microrrelatos «Carmen Alborch» Fundación Montemadrid, y qué hace diferente a este certamen de otros de su estilo?
IGNACIO LÓPEZ: Como en muchas ocasiones, fue el azar el que me hizo conocerlo. Mi hija, que vive en Madrid, encontró las bases por casualidad y me las envió. Esta manera de que sea el Concurso el que te encuentra y no tú el que lo buscas me ha traído suerte en otras ocasiones, así que pensé: ¿Y por qué no también esta vez?
Una de las diferencias fundamentales con respecto a otros certámenes es la enorme cantidad y calidad de los trabajos presentados. Saber que tus palabras no han pasado desapercibidas entre ese ingente número de participantes produce una sensación de asombro y se convierte en el mejor premio. La otra diferencia significativa es el altísimo nivel del jurado. Conocer el nombre de esas personas han leído tu relato ya produce escalofrío.
ANTONIO CORTIJO: Cuando uno va acumulando escritos de diversos estilos, géneros y extensiones, llega un momento en que decide caer en la tentación de irles dando salida de alguna manera. Y esta de probar suerte en concursos es una de ellas. Juega con la esperanza de verse elegido y salvado de la anonimia, reconocido un cierto nivel en su escritura. Y, asombrosamente, en este caso, así ha sido.
El Concurso de Microrrelatos «Carmen Alborch» de la Fundación Montemadrid, aunque no lleva muchos años, sí han sido los suficientes para situarse entre los más prestigiosos de su género. Por su seriedad, organización, cumplimiento de plazos y visibilidad en los medios.
ENRIQUE MOCHÓN: Pienso que los certámenes literarios, en su conjunto, estimulan mucho nuestra capacidad creativa. Este de Fundación Montemadrid, además de su gran prestigio, para mí ofrece dos ventajas importantes. Una es la de poder mandar tres relatos del mismo autor. Otra, la de condicionar mínimamente la temática de las obras presentadas, algo que a mi parecer favorece su calidad.
Participar en concursos es unas de las pocas maneras que tenemos los desconocidos aspirantes a escritor de que nuestro trabajo llegue a ser leído por alguien más que nuestro entorno familiar o de amigos. Aunque solemos decir que escribimos «para nosotros», nos engañamos. A todos nos gustaría que nuestras palabras llegaran a mucha gente.
Ignacio López
¿Cómo creéis que haber ganado esta convocatoria de Fundación Montemadrid va a dar un impulso a vuestra trayectoria en el ámbito literario?
DANIEL RAMÓN DILLA: Ser leído, en un mundo saturado de pantallas, es ya una celebración. Si además la lectura destaca sobre otras muchas, esa celebración tiene entonces algo de felicidad pero, a la vez, de extrañeza. Acostumbrado al no, asombra el sí.
Sé que la escritura me acompañará siempre, sé también que guardaré el recuerdo feliz de este premio. Me gustaría pensar que este reconocimiento me servirá para crecer como escritor, para ganar confianza, fuerza, y para abrir las puertas a proyectos más extensos.
ENRIQUE MOCHÓN: Mi trayectoria desde el principio se podría resumir en un continuo intento de aprendizaje. Un impulso para mí bien podría ser confiar más en lo que escribo, seguir buscando ese modo personal que cada uno poseemos en potencia y que solemos ignorar cada vez que comenzamos un relato.
¿Por qué animaríais a otros escritores a presentarse al Concurso de Microrrelatos «Carmen Alborch» de 2021?
JAVI RUMÍ: Primero, porque un microrrelato se escribe relativamente rápido, así que, como escritor, no te supone un esfuerzo titánico como el de escribir una novela de quinientas páginas. Segundo, porque es divertido hacerlo, estimula la creatividad y si resulta que tu microrrelato cae en gracia al jurado, puedes engrosar un poco tu cuenta corriente, que tal y como está la cosa, nunca está de más. Y tercero, porque escribir un microrrelato te hace darte cuenta de la cantidad de palabras absolutamente prescindibles que metemos en una narración creyendo que son importantísimas. Así que, como cura de humildad, está bastante bien.
ENRIQUE MOCHÓN: Siempre es ilusionante participar en un certamen de relatos. Dado el gran número de obras presentadas normalmente al Concurso de Microrrelatos «Carmen Alborch», uno tiende a pensar que nunca tendrán en consideración uno de los tuyos, por lo que verte entre los seleccionados produce una alegría mucho mayor de lo habitual.
Sobre esta convocatoria
Fundación Montemadrid convoca anualmente el Concurso de Microrrelatos «Carmen Alborch», con el objetivo de descubrir el talento literario y despertar la imaginación de aquellas personas interesadas en la escritura en lengua española, fomentando valores como la integración, la solidaridad y el compromiso social vinculados a la Fundación Montemadrid, a la que El Monte destina todos sus beneficios. Así, se destaca la importancia histórica y actual de esta institución que lleva más de tres siglos facilitando financiación a la sociedad.
El concurso ha contado con un jurado de prestigio compuesto por los reconocidos periodistas y escritores Antonio Lucas, Mara Torres, Carlos del Amor e Ignacio Elguero, y presidido por José Guirao, director general de Fundación Montemadrid.
El certamen se abre a participantes de cualquier país del mundo, siempre que sean mayores de edad y que el relato esté escrito en español y sea original e inédito, y cada año tiene como eje temático, invitando a los participantes a asumir el reto de escribir una historia en torno a un determinado tema o palabra.
Los microrrelatos premiados se pueden consultar en la web microrrelatos.fundacionmontemadrid.es