Vuelve Edwyn Collins tras la enfermedad que le llevó a la discapacidad

Foto: www.mojo4music.com
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Fue el vocalista de ‘Orange Juice’, un elegante grupo de los ochenta que editaba con el sello Indie Postcards Records. Su emblema musical, ‘Rit it up’. Poco después, como tantas otras bandas, este zumo de naranja, convenientemente exprimido –o no tanto, a juicio de los críticos-, se disolvió.

Entonces Edwyn Collins (Edimburgo, 1959) decidió continuar su carrera musical en solitario. Y él, que conocía el éxito y la satisfacción personal de componer canciones redondas, siguió escribiéndolas. Así llegó todo un himno, un tanto oscuro, canalla, ‘A girl like you’. Uno de esos temas que te rentan de por vida. Y de los que hacen que tu vida haya merecido la pena. Con perdón.


Acierto tras acierto, Collins se fue ganando el respeto no sólo por sobrevivir en un panorama de escualos y caprichos sino por reinventarse una vez tras otra. Hasta que llegó 2005. El músico sufrió un derrame cerebral en su propia casa. Lo superó, pero las secuelas fueron terribles: durante meses no pudo hablar ni moverse y su lado derecho, a día de hoy, sigue inútil.

Así que cuando la noticia de que Collins volvía a grabar se confirmó, más de uno receló. ¿Oportunismo? Pudiera haber sido. Pero, por fortuna, no lo fue. Y aquí tenemos el resultado: ‘Losing sleep’ (algo así como ‘perdiendo el sueño’, es decir, despertando del letargo, si se acepta la metáfora).

En él hay colaboraciones excepcionales, como la de Alex Kapranos y Nick McCarthy –de ese inconmensurable grupo llamado ‘Franz Ferdinand- e historias, su historia, que sobrecoge. A lo largo de los temas nos comparte el infierno que atravesó, sus problemas de salud, su parálisis, su coraje, la decisión que tuvo que tomar (vivir, morir, casi nada) y todo ellos sin el más mínimo rumor lastimoso, ni autocondescendiente.

Se recomienda encarecidamente la canción ‘Searching for the truth’, un sincero abrazo al sí, a la capacidad del individuo por enmendar la plana a la mayor de las adversidades. Maestro Collins, ¡salud!