Hoy 16 de octubre, Día Mundial de la Alimentación, nos sumamos a la iniciativa de Blog Action Day para escribir sobre un tema que nos concierne a todos, como es el alimento. Desde que supe que éste iba a ser el argumento para la edición 2011, lo tuve claro y no dudé en inspirarme en un artículo que no he podido quitarme de la cabeza desde hace unos meses. Un artículo que leí antes de verano y que me hizo abrir los ojos; tanto, que hoy ocupa un lugar hegemónico en mi casa: la nevera. Ahí está con sus 3 imanes, recordándome varias veces al día, “el escándalo de la comida que tiramos a la basura”. Un artículo de Rosa M. Tristán a la que desde aquí quiero darle la enhorabuena.
Comienzo por ofrecer datos: Sólo en Reino Unido se desperdician entre 18 y 20 toneladas anuales de comida, una diferencia bastante notoria entre lo que sale de las granjas y se presenta en las mesas a la hora de comer. Todas esas manzanas con antiestéticas motas, el famoso “pan sin corteza”, los peces que por algún descuido caen por error en la red y todas las vísceras de la ganadería que por cuestiones culturales, no se consumen… son solo ejemplos que nos son tristemente familiares.
Tristram Stuart autor del libro “Despilfarro, el escándalo global de la comida” y miembro del Centro de Historia Medioambiental Mundial de la Universidad de Sussex, desvela la polémica y cada vez más conocida relación entre el productor, las cadenas de alimentación y los consumidores. Por su parte, a la hora de ahondar en éstas últimas, pone énfasis en las triquiñuelas de las grandes cadenas, las cuales analiza, son las que más despilfarran (tan sólo una de ellas “tira” a la basura tanto como el total del comercio minorista de un país).
El 19% de dichos residuos proviene de la carne, el producto más costoso medioambientalmente hablando y el que contiene más proteínas. Siete de los hipermercados que Stuart analizó derrochan 367.000 toneladas al año de carne. Al leer cifras como estas , no es raro que nos llevamos las manos a la cabeza pensando en la actual crisis alimentaria del Cuerno de África que afecta a más de 13 MILLONES DE PERSONAS.
¿Quién es el responsable de todo esto?
– Los distribuidores que obligan a los productores a desechar comida.
– El desconocimiento de los consumidores. No diferenciamos las “fechas”: preferente (referente a la calidad) y de caducidad (referente al estado en el que se encuentra el producto: se puede comer o no). Tiramos a la basura cientos de productos que están en buen estado pensando que son peligrosos para nuestra salud. Propósito ¡Aprender a diferenciar las fechas!
– Los precios de la comida han cambiado. Si hacemos una comparativa entre lo que costaba en el año 67 y el 92, el precio se ha reducido en un 47 %. Esto unido a las potentes campañas, ofertas y “2×1”, hacen que consumamos más de lo necesario. Concretamente se tira un 25% de lo que se compra. En cómputos globales por países, si hacemos las cuentas, hace un total de 5,4 MILLONES de toneladas de comida anuales desechadas.
– Las tierras que se compran para cultivar cereales (trigo, maíz y soja) para así alimentar al ganado (carne y lácteos) son, en muchas ocasiones, suelos pertenecientes a los países que se encuentran en vías de desarrollo y que no dejamos que lo hagan. Sólo por el despilfarro en cereales de americanos y británicos daría para acabar con el hambre de 1.500 MILLONES de personas.
¡Ojo! Tirar comida también perjudica el medio ambiente.
En concreto 675 TRILLONES de litros de agua utilizados para regar. Esto llevado al plano humano, significaría un consumo diario de 200 litros para 9.000 millones de personas.
Respecto al aire, declara el autor a través de su estudio que el 10% de las emisiones de CO2 se desprenden sólo de la producción, transporte y distribución de los alimentos que no llenan ningún estómago ¡Terrorífico!
La cara de pasmada alcanza su máximo nivel cuando en la parte final del artículo, la autora revela lo que Stuart publicó: Según la FAO, todo lo anterior se puede evitar si los países ricos redujesen su provisión de alimentos al 130% de lo que necesitan. De ahí la demanda global de alimentos se reduciría, el suelo que quedara libre se invertiría en alimentar al ganado y cubrir la demanda de carne en Asia y también para biocombustibles. Se produciría energía equivalente a la calefacción de 1.800 millones de hogares con el nivel de vida europeo.
Tras todo este retrato de “cruda” realidad, merece la pena recapacitar sobre nuestra conducta como consumidores, tener de alarma esta frase: ¿en realidad esto hace falta? la próxima vez que hagamos la lista de la compra y , por último, imaginarnos, antes de tirar a la basura un plátano que va tirando a marrón, ¡lo bien que quedaría en un batido!
Un propósito a partir de hoy: ¡Tengamos presente todas estas cifras!