La vacuna contra el Sida se hace esperar

Los medios de comunicación me han permido viajar hasta la XVII Conferencia Mundial de SIDA 2008 que, en esta ocasión, se ha celebrado en Méjico. Con estupefacción escuché en dicho encuentro que, según los últimos datos de ONUSIDA -agencia de la ONU para la lucha contra la que puede considerarse la mayor epidemia de nuestro tiempo junto con la hambruna-, en el mundo ya hay más de 33 millones de personas con esta enfermedad, la mayoría de países en desarrollo.

Como curiosidad, tan sólo en nuestro país, cada año entre 3.000 y 4.000 españoles se infectan con el virus, en su mayoría por prácticas sexuales sin protección. Y, según los datos del Plan Nacional sobre el Sida, más de 140.000 ni siquiera saben que están infectados. Nos preguntamos: ¿qué ocurre con esa vacuna tan esperada contra el virus y con esos supuestos avances tantas veces anunciados por la comunidad científica? Difícil pregunta, imposible respuesta. Por el momento, lo único que sí parece eficaz  es proseguir con la lucha diaria para, al menos, evitar más casos: la educación sexual y, por supuesto, la educación contra los prejuicios sociales. Bastante tienen ya los enfermos como para apartarles de la civilización.

Puede que por todo ello, la lucha contra el VIH/SIDA en los países en desarrollo constituye una prioridad de la cooperación al desarrollo española.  Así, nuestra vicepresidenta del Gobierno, Maria Teresa Fernández de la Vega, ha anunciado que España realizará una nueva aportación de 10,2 millones de euros a ONUSIDA, convitiéndonos en el sexto donante mundial en la lucha contra el SIDA.

Con todo ello, los científicos insisten: no saben qué hacer ya. Cuanto más se estudia este virus, más se conoce, sí. Pero, cómo es posible que con los medios tecnológicos actuales aún no sepamos cómo destruir este «bicho» letal. Ellos mismos lo dicen:

El VIH es el patógeno más complejo al que nos hemos enfrentado nunca. En 25 años sabemos más sobre su biología que de ningún otro agente y aún la vacuna se nos escapa. Pero hay que seguir.