La Fundación Agua de Coco lleva trabajando para los niños de Madagascar más de 10 años. Sobre el terreno africano han desplegado sus proyectos de cooperación al desarrollo enfocados especialmente a mejorar la vida de niños y mujeres, luchando por la educación y en contra del trabajo y la explotación infantil.
La última proeza de esta fundación ha sido formar un coro gospel de 28 voces, nacido de la unión de niñas rescatadas del trabajo infantil (concretamente de las salinas de Alkalika, en Madagascar) y niños ciegos que habían sufrido marginación en este mismo país.
El resultado de esta mezcla, que surgió de un campamento de integración social de la fundación, no se ha hecho esperar y el pasado junio tuvimos la oportunidad de escuchar sus angelicales voces en el parque del Buen Retiro de Madrid. Si es posible hacer felices a estos niños con tampoco esfuerzo, ¿por qué no se ponen en marcha más proyectos de solidaridad tan productivos como este?