Son jóvenes, marroquíes o subsaharianos y su mirada está llena de futuro. Alguno se enfrentó al mar y vino en cayuco, con la ilusión como único timón de su barco. Otro vendió su casa y dijo adiós a la violencia, comprando un billete de avión.
Cientos de miles lo dejan todo por venir a España sin sus familias en busca de un futuro más digno. Algunos han tenido suerte al topar con personas que les han respaldado. Es el caso de quienes fueron a parar a la casa de acogida de «La Merced«, en donde muchos de los inmigrantes que fueron ayudados ahora ayudan a otros en su misma situación.
Dieron con la gente apropiada en el momento oportuno. No todos, por desgracia, pueden decir lo mismo.