Los de Atapuerca no excluían

Foto: PNAS
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Para hacernos una idea, estamos hablando de hace 530.000 años. En la sierra de Atapuerca (Burgos), vivían los antecesores del Neandertal (Los homo heilderbergensis). Y aunque no podían tener hábitos de vida más primitivos (imaginaos), se acaba de descubrir que eran de todo menos insensibles a la discapacidad.

Os cuento la historia porque merece la pena. Un grupo de paleontólogos del Equipo de Atapuerca que lidera Juan Luis Arsuaga, ha identificado un cráneo diferente. Le corresponde a una niña de entre 5 o 12 años que sufría «craneosinostosis«, una enfermedad prematura que se presenta cuando el cráneo no se cierra correctamente. (Actualmente afecta a menos de seis individuos por cada 200.000 nacimientos, según informa el Instituto de Salud Carlos III).

Parece que la madre de la criatura debió sufrir algún traumatismo durante el tercer trimestre de gestación, y lo que parece estar claro es que esta patología debió provocar en la niña cierto retraso psicomotor y cognitivo (si nos basamos en lo que ocurriría hoy si no se operara esta afección) y una forma de la cabeza anómala, como más abultada de un lado que del otro, lo que seguramente le deformaba la carita.

Pues bien, lejos de rechazarla, una de las conclusiones del hallazgo es que la supervivencia de esta pequeña hasta el final de la niñez constituye una evidencia de que los homínidos que vivían en Atapuerca hace más de medio millón de años no discriminaban a los bebés nacidos con patologías congénitas. Más que eso, que los protegían y cuidaban.

Parece que tenemos mucho que aprender de nuestros primeros antepasados, que sin duda no concebían el rechazo ante la diferencia, cosa que no ocurrió siglos después, como por ejemplo en la Edad Media, donde se han encontrado cráneos con la misma patología de la niña (según la revista Proceedings of National Academy of Science – PNAS- que habían sido abandonados a su suerte.