Cultiva biodiversidad para combatir el cambio climático

foto de tomates colgados junto al logo de red de semillasPoco conocemos del distrito de Darjeeling, situado en Bengal Occidental. Productos como el té o la amplia variedad de arroces que se producen en esta región india son sus principales embajadores. Una riqueza agrícola, la de esta región, tomada como ejemplo por el Instituto Internacional por el Medioambiente y el Desarrollo (IIED) en su informe ‘Biodiversidad, cambio climático y pobreza‘ para denunciar la pérdida de biodiversidad agrícola en el mundo.

Este estudio, elaborado en 2008, insiste en la necesidad de priorizar las iniciativas locales basadas en la agricultura tradicional para conservar la diversidad genética y el ecosistema. Una variedad que se ha ido perdiendo con los años, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que estima que a lo largo del siglo pasado se perdieron alrededor de tres cuartas partes de la diversidad genética de los cultivos agrícolas.

Denuncia la FAO, que la reducción de la biodiversidad supondrá una limitación tanto de las posibilidades de una dieta rica y variada como del fomento de la producción alimentaria, del aumento de los ingresos, de la superación de obstáculos ambientales y de la ordenación de los ecosistemas.

En la húmeda región de Darjeeling, los campesinos son conscientes de la importancia de las semillas para luchar contra el cambio climático. Los grandes humedales han dado paso con el tiempo a zonas secas, haciendo inservibles el tipo de semillas de arroz locales. De ahí que los agricultores acudan a sus vecinos del distrito de Sikkim, con un clima más árido, e importen las sutas.

Esta creencia en el intercambio y conservación de semillas, basado en las prácticas tradicionales, se está implementando también en nuestro país. Es el caso de las Jornadas de plantación ecológica celebradas en el Huerto ecológico de Balbi, en Aragón, donde durante unos días decenas de personas plantaron romeros, higueras, santónicos, tamarices, madroños, laureles, aligustres, mentas y mirtos.

Una iniciativa que se suma a otras promovidas por la veintena de organizaciones que conforman la Red de Semillas, una organización que lleva trabajando diez años en la conservación de la biodiversidad agrícola, y que, desde hace unos meses, lleva a cabo la campaña ‘Cultiva diversidad. Siembra tus derechos‘ con la que se pretende concienciar a la sociedad de la necesidad de recuperar el patrimonio genético agrícola. Una tarea difícil en opinión de Juan Manuel González, miembro de la Red andaluza de Semillas:

“A los agricultores en su día les metieron y les incluyeron todo lo que es la variedad comercial, los híbridos y los últimos transgénicos, y por eso, volver ahora a producir su propia semilla es complicado”.

Desde organismos como el IIED o la FAO y también organizaciones como la Red de Semillas, insisten en la importancia de conservar la diversidad agrícola, no sólo para mejorar la alimentación, sino también para combatir el cambio climático. A tal efecto, la Fundación Biodiversidad ha puesto en marcha el proyecto AEFER, cofinanciado por el Fondo Social Europeo, con el objetivo de contribuir a la sostenibilidad de los sistemas agrarios. Tal y como afirma Manuel González:

“Con la diversidad agrícola lo que pretendemos es ligar el método de producción ecológica y responsable con el medioambiente, con un método de comercialización alejado de las grandes corporaciones de larga distribución (…) Muchas de las variedades tradicionales son las únicas que se están adaptando a condiciones climáticas severas, donde hay verdadera sequía de agua”.

Y si alguien sabe mucho acerca de la pureza de las semillas son los campesinos de Darjeeling. En esta región no son pocos los campesinos que adoptan variedades nuevas de especies como el cardamomo para producir una nueva más resistente de enfermedades.

Desde Red de Semillas piden al Gobierno que aplique el Tratado Internacional de Recursos Fitogenéticos para la Agricultura y la Alimentación y denuncian que la producción de transgénicos no responde a un problema de abastecimiento sino a los intereses comerciales de grandes compañías.