El pulpo destaca en el Mundial de Sudáfrica

imagen de un pulpoQue un pulpo sea capaz de predecir los partidos del Mundial de Fútbol, yendo incluso en contra de sus propios compatriotas, no digo que no sea merecedor de protagonismo, ni mucho menos de admiración. Que el Rappel de los cefalópodos le robe con sus hazañas el protagonismo al sonriente leopardo verde de Sudáfrica puedo llegar a entenderlo. Ahora bien, que Paul sea el pulpo más conocido del planeta, es una muestra de que en el mundo de los focos y los flashes, unos se llevan la fama y otros cardan la lana.

Digo esto pues porque hay especies, familias de pulpos que destacan por cualidades muy válidas, y que, a buen seguro, se les habrá subido, con el enfado, la temperatura del tinte, al ver, con envidia, no sólo el protagonismo de Paul sino también cómo se harta de comer mejillones.

Qué pensarán, por ejemplo, los miembros del pulpo rayado de Indonesia, que han conseguido desarrollar un sistema de protección de su cabeza entre sus tentáculos para que no se lo dañen los enemigos. Eternamente agradecerán a nuestra compañera Tina y a la revista Current Biology por haberles prestado atención, ante la indiferencia del resto del mundo.

Tampoco estarán muy contentos, que se diga, en la  familia del pulpo imitador. Una variedad de Indonesia, que constituye la primera especie animal conocida capaz de imitar a su antojo especies diferentes. Que hoy no se gusta mucho y quiere ser un pez-león, pues ahí va. Que lo que prefiere es ser una serpiente de mar, pues, oye, por qué no. Hasta un total de quince especies diferentes, todas ellas tóxicas, entre peces planos, estrellas marinas, cangrejos gigantes, conchas marinas, rayas, platijas, medusas, anémonas de mar y camarones mantis. Algo que consigue controlando cada uno de sus ocho tentáculos por separado. Vamos, que dificilmente podrá pavonearse el camaleón a su lado.

En este baúl de los recuerdos hemos querido prestar atención a toda la leyenda que gira alrededor de los cefalópodos gigantes que moran las cuevas subterráneas de los mares de las Bahamas. En el mismo escenario en el que Julio Verne luchó contra un pulpo gigante en ‘Veinte mil leguas de viaje submarino‘, tiemblan ahora los pescadores,  sólo de pensar en acercarse a estos agujeros subterráneos, en los que, según afirman, se encontrarían pulpos con un  tamaño superior a los seis metros.

Y es que hay muchas cosas que nos pueden sorprender de un animal tan inteligente. Una inteligencia que quizás les ayude a no enfadarse con su colega alemán, a lo mejor porque en su cabeza no hay lugar para la envidia, o más bien porque la timidez, que les lleva a pasar la mayor parte del día escondidos en grietas y a cambiar de color ante ataques de congrios y meros, haga inexistentes sus aspiraciones a la fama.

Sea por su inteligencia, por su memoria, por su capaza de aprendizaje, porque uno de ellos nos quiere mucho deseando lo mejor para nuestra selección (aún a riesgo de acabar siendo empapado de picante, aceite de un grado y sal gorda encima de la mesa rodeado de cachelos), el caso es que les queremos. No podría ser de otro modo, la madre naturaleza nos ha pedido que convivamos con ellos en el mundo natural, y sus destrezas nos obligan, ahora, a tener que aceptarlo también en otro mundo: el mediático.