Lo que de verdad importa: nueva vida en Etiopía

Paco Moreno rodeado de niños en EtiopíaConocimos a Paco Moreno en el congreso anual de ‘Lo que de verdad importa‘, organizado por la empresa social ‘Además Proyectos Solidarios‘, donde se da voz a personas con experiencias personales impactantes e inspiradoras que tienen como objetivo ayudarnos a cambiar la visión de nuestra vida diaria.

En este caso, la historia de Paco no deja indiferente a nadie. Dejó su cómoda vida en España y montó la ONG ‘Amigos de Silva’ en Etiopía, donde cientos de niños y mayores disfrutan ya y gracias a la ayuda de su equipo de grandes mejoras en salud, agua y nutrición.

Paco, queríamos saber cómo empezó todo…

Todo comenzó gracias a un amigo, que en el verano de 2003 me comentó que iba a ir de voluntario a una de las casas que las Misioneras de la Caridad tienen en Etiopía. Mi idea inicial ese año era irme de vacaciones a Grecia, ya que teníamos una amiga que trabajaba allí.

Por otra parte, yo llevaba tiempo pensando que debía compensar todas las cosas buenas que estaba recibiendo. En mi trabajo me iba bien y mi situación personal era acomodada. Así que, después de dar una clase en la universidad, le llamé y le pregunté si podía irme con él, y desde esa fecha hasta hoy.


¿Por qué elegiste Etiopía?

Podemos decir que fue Etiopía la que me eligió a mí. La elección no fue voluntaria, sino que este amigo, Jordi, se había molestado en preguntar a las Misioneras de la Caridad en qué lugar eran más necesarios los voluntarios, y la respuesta había sido Haití o Etiopía. El primero lo descartamos por razones de seguridad, así que elegimos Etiopía.

Ese primer año de voluntario, tras estar 20 de los 30 días con problemas en el estómago, juré que no volvería. Pero repetí la experiencia los siguientes veranos como voluntario, y en el 2005, junto con unos amigos, decidimos poner en marcha la ONGAmigos de Silva‘. Desde el 2007 se puede decir que vivo en Etiopía, más concretamente en una población que se llama Asayta, que está en la región de Afar, la zona más pobre del país, donde la mayoría de la población es nómada (un 90%), la temperatura media de es 40º y tiene grandes carencias alimentarias, sanitarias y de infraestructuras.

¿Cuánto tiempo lleva en desarrollo ‘Amigos de Silva’?

La creamos en septiembre de 2005, así que ya llevamos más de cinco años. ¡Quién nos lo iba a decir! En un primer momento la creamos con la intención de formalizar toda la ayuda que cada verano realizábamos. Más tarde nos dimos cuenta de toda la labor que podíamos desempeñar. Queríamos aportar nuestro experiencia y formación profesional para hacer una ONG basada en los criterios empresariales para ser lo más eficientes posible.

En este sentido, somos nosotros mismos los que realizamos los proyectos, los que estamos a pie de obra -en el hospital o en la perforación de un pozo-, y los que gestionamos de manera directa los recursos económicos. Para la ejecución de los proyectos contamos con el personal y las empresas locales, con el fin de fomentar el desarrollo del país.

Tengo mucha curiosidad por el nombre, ¿por qué llamaste así a la ONG?

El nombre viene porque la base inicial y la idea nace del grupo de amigos que fuimos de voluntariado estos años de ahí “amigos” y “De Silva” porque nuestro primer proyecto en España consistió en colaborar en la construcción de los locales sociales de la parroquia Santa Beatriz de Silva, en Leganés. El párroco, que es amigo nuestro, vino el primer año de voluntario a Etiopía.

De todas maneras, la ONG, desde su constitución, es una entidad aconfesional y apolítica, ya que entendemos que se puede hacer desarrollo sin necesidad de estos dos elementos. Evidentemente, los miembros y trabajadores tienen luego sus propias creencias. De hecho, actualmente contamos con musulmanes, ortodoxos, católicos y no creyentes.

¿Cuántas personas trabajáis en ‘Amigos de Silva’?

Realizamos directamente los proyectos en el terreno, así que siempre hay un director de proyectos expatriado, que en los últimos tres años he sido yo. Además, en Etiopía hemos tenido la suerte de contar con voluntarios que llamamos de ‘larga estancia’, es decir, personas cualificadas en diferentes especialidades -sanitarias, geológicas, arquitectura o empresariales- que nos han ayudado durante periodos más o menos largos. No podemos olvidar al resto de voluntarios que durante sus vacaciones, tal y como comenzamos nosotros, han desempeñado toda serie de trabajos en función de las necesidades.

En España también contamos con personas que dedican su tiempo a toda la labor de presentación de convocatorias, búsqueda de financiación, contabilidad, comunicación, etc. La sede está en Madrid, pero también hemos abierto, gracias a personas que nos ayudan, delegaciones en Bilbao, Sevilla, Huesca, Carballo, Granada, Las Palmas, Valencia, y próximamente en Barcelona.

Nuestra idea es crecer lo suficiente para poder realizar los proyectos que hemos puesto en marcha, pero manteniendo una estructura simple y racional, de tal manera que sea estable en España y en Etiopía.

¿En qué campos os habéis especializado?

En sanidad y agua. Cuando llegamos a la zona, nos dimos cuenta de que carecían de lo más elemental: cobertura sanitaria, alimentación y agua. Decidimos entonces que lo más urgente era tener un centro en el que se pudiera atender, con los recursos mínimos necesarios, a los pacientes.

Cuando empezamos a ejecutar poco a poco el proyecto, vimos que la necesidad de agua era muy importante. El 90% de la población es nómada, vive del ganado, y las mujeres y las niñas tienen que recorrer distancias de hasta 5 ó 10 kilómetros para buscarla. Por esta razón decidimos incluir el agua, ampliando así la acción de nuestros proyectos.

En cuanto a la alimentación, abrimos una oficina en el centro de salud. Al cabo de unos días, nos dimos cuenta de que el nivel de desnutrición infantil era muy grande. Lo mismo ocurría a los enfermos de VIH y a las personas sin recursos, así que vimos que abriendo varios programas de nutrición dirigidos a estos colectivos, se podrían solucionar muchos problemas al mismo tiempo.

¿Cuál es el “proyecto insignia” de la asociación?

Nuestro proyecto insignia, por así decirlo, y en el que más recursos hemos empleado, es el de la rehabilitación, ampliación y construcción del Hospital de Asayta. Gracias a este proyecto, que lo llevamos realizando desde el 2006, se han rehabilitado prácticamente todos los edificios del centro de salud actual.

Ahora estamos en plena ejecución del edificio de ingresos, con capacidad para 46 camas, lo que convertirá el centro de salud en hospital. Para los próximos años queremos, además, ampliar este hospital mediante la construcción de dos edificios más. Uno de pediatría, con 46 camas, destinado específicamente a luchar contra los casos de desnutrición más graves, ya que para que el tratamiento sea eficaz es necesaria, en estos casos, la hospitalización. El otro edificio sería para cirugía, con dos quirófanos, y estaría destinado principalmente a las intervenciones por problemas derivados del parto y a otro tipo de cirugías básicas.

Junto a este proyecto van unidos el resto de proyectos sanitarios que estamos realizando. Principalmente, el de nutrición infantil, mujeres embarazadas y lactantes, enfermos de VIH y sus familias, gente sin recursos -normalmente gente mayor, sin capacidad de trabajar-, ya que en Etiopía no hay una cobertura social, y proyectos sanitarios como el de oftalmología y de formación.

Por otro lado, en el tema de agua, hemos realizado diez perforaciones de pozos en las poblaciones nómadas más necesitadas. Actualmente estamos realizando un proyecto de estudio hidrogeológico de la zona, y queremos rehabilitar varios puntos de agua dañados que reducirían los problemas de enfermedades como el cólera, ya que la población podría acceder de nuevo a agua en buenas condiciones. Todos los proyectos los realizamos en coordinación con el Gobierno etíope, lo que facilita tanto su ejecución como su continuidad.

Queríamos saber cómo una persona que vivía con todas las comodidades del mundo decide irse a Etiopía a vivir por los demás…

Lo que más me está costando de esta situación nueva para mí es tener que contar mi vida personal, pero creo que es necesario para que la gente valore lo que tiene. Cuando uno, con 29 años, tiene un nivel económico medio/alto que te permite acceder a cosas sin preocuparte excesivamente del dinero ni de lo que cuestan, sabiendo que trabajando más, ganas más para tener más cosas, te das cuenta de que realmente eres un afortunado y que tiene que haber algo más.

Por ese motivo empecé a hacer voluntariado, como manera de devolver todas las cosas que estaba recibiendo de la vida. Era un privilegiado y aún más cuando vi la situación real que estaba viviendo la gente en Etiopía.

Una cosa llevó a otra, y me planteé la posibilidad de realizar el mismo trabajo, pero orientado a ayudar a los demás, a los que se encuentran en una situación especialmente mala, como es la gente con la que vivo y trabajo.

¿Qué se aprende estando allí?

Muchas cosas. La fundamental es que hay que ser feliz. La gente es feliz sin tener nada, y lo poco que tienen lo comparten. Lo segundo es aprender a valorar lo que tienes. En España se dan por hecho cosas como la luz, el agua, la comida… cosas que aquí no tienes todos los días.

¿Cómo ha cambiado tu vida desde que te dedicas a esto?

He cambiado el esquema de prioridades. De entrada, ya no es trabajar para ganar más dinero, sino que disfruto y soy feliz con lo que tengo. Creo que es un error criticar el hecho de tener o no tener. La diferencia radica en disfrutar y ser feliz con lo que tienes, sea mucho o poco.

Hay gente que cuando vuelve de estos países no sabe adaptarse a la realidad, y quiere vivir con lo poco con lo que vives en Etiopía. Creo que es un error. El hecho de tener no es malo en sí. Es malo cuando quieres más que tu vecino o cuando sólo quieres tener por tener. Creo que hoy en día habría que pararse un poco y aprender a disfrutar con lo que uno tiene.

El mundo en el que vivimos es un mundo que busca únicamente la comodidad, sin preocuparse del vecino. Creo que no hay que conformarse y que debemos pensar realmente en los valores que teníamos cuando éramos pequeños. He aprendido a valorar cosas como poder ducharte todos los días, el agua caliente, el compartir con los demás, etc.

¿Fue difícil el cambio? ¿Lo entendió tu entorno?

Normalmente un cambio así suele ser gradual. En mi caso, han pasado ya siete años y la verdad es que la vida te va poniendo en situaciones en las que vas tomando decisiones pequeñas que te van preparando para que, en el momento adecuado, puedas tomar la decisión más importante. Aunque no te he de negar que aún tomando la decisión correcta, hay muchos días duros y difíciles, pero el resultado compensa el esfuerzo realizado.

En mi casa creo que lo más complicado fue el primer año, cuando les dije que me iba a Etiopía de voluntario. También fue difícil el momento en el que les dije que había decidido cambiar de profesión e irme a vivir allí, pero en ambos casos respetaron la decisión y me apoyaron. Fuera de la familia, mis amigos más cercanos pasaron del asombro a apoyarme y colaborar con el proyecto. Algunos otros se quedaron en el camino.

Cuéntanos cómo es la gente allí. Suponemos que te han aportado muchas cosas…

La gente es normal. Una de las cosas que no percibes cuando viajas ocasionalmente a un país, es que te pierdes el día a día. En Etiopía se hace lo mismo que en España: la gente se invita a sus casas, las vecinas quedan en el patio para hablar, los niños juegan en la calle con los demás niños… es igual que en España. Lo que realmente cambia son las condiciones.

Te encuentras personas, sobre todo los niños, que son felices aunque no tienen ni la Playstation, ni televisión en muchos casos, ni juguetes ni nada. Un palo y un aro de metal o unas piedras son suficientes. Por eso te das cuenta que la felicidad no está en tener.

Otra de las cosas que llama la atención es el sentimiento de comunidad. La gente se ayuda unos a otros, no son sólo vecinos, sino que en caso de apuro unos ayudan a otros. Y en nuestro caso, por nuestro trabajo, son muy agradecidos. En ocasiones tenemos que realizar traslados de emergencia al hospital, que se encuentra a 70 kilómetros, a cualquier hora del día y de la noche. Vienen a buscarnos para que les llevemos, normalmente por algún problema en el parto o por cualquier razón grave. No hay día después que no te los encuentres por la calle y te inviten a su casa y compartan la poca comida que tienen; y esto no sólo una vez, sino ya para siempre.

¿Nos podrías contar un par de anécdotas que te hayan marcado especialmente?

Anécdotas hay muchas….una que ocurrió hace poco: un traslado por la noche al hospital. Por una complicación en el parto, el niño había fallecido y la mujer se estaba desangrando. La pudimos llevar al hospital y tras estar ingresada se recuperó. Cuando volvimos del hospital vino todo el mundo a ayudarnos a limpiar el coche, que estaba lleno de sangre y el agradecimiento de todos fue inmenso.

Otra anécdota, esta vez graciosa: un día fuimos a una población donde estábamos perforando un pozo nuevo e íbamos por una pista de tierra por la que iba conduciendo rápido. Llevábamos a Mohamed, un guía local, que habría subido en un coche en contadas ocasiones. Se mareó porque daba tumbos de un lado para otro porque, además, no sabía agarrarse. Cuando paré el coche intentó bajarse, pero no podía ni abrir la puerta. El comentario de los voluntarios era que había conducido como un macarra, una palabra fácil de pronunciar en su idioma. Así que, después, cuando ya estaba más tranquilo, él se la aprendió, y al final me quedé con el sobrenombre de “paco macarra”. Pasado un año todavía me sigue llamando así.