Con esta campaña tan original, la Fundación Española de la Tartamudez comienza su año destinado a la infancia.
En los últimos años hemos asistido a una renovación integral en el abordaje de la tartamudez infantil, pero todavía hay muchísimo camino por recorrer y son nuestros logopedas, nuestros pediatras y docentes los primeros profesionales que tienen que implantar esos avances y tirar por tierra las antiguas teorías y formas de actuación que tanto daño hacen a nuestros niños.
La tartamudez, es mucho más que interrupciones en el flujo del habla (repeticiones, prolongaciones y bloqueos). Estas interrupciones van acompañadas de otros comportamientos que son quizá los que producen mayor impacto en la vida de los niños o adultos con tartamudez. Éstos, son derivados de la convivencia con la tartamudez y pueden ser:
- evitación a hablar o a personas y/o situaciones
- retardo del tartamudeo por medio de muletillas
- sustituciones de palabras
- giros en el discurso
- miedo
- fuerza muscular, tics..
- ansiedad, baja autoestima…
Debido a estos comportamientos secundarios, durante muchos años se ha “creído” que el origen de la tartamudez era de tipo psicológico y derivado de una presión en el entorno cercano de los niños. Con estas “teorías-mitos” hasta hace muy pocos años, el protocolo de actuación era “no actuar, no hacer nada” para no crear un conflicto con el niño y una conciencia de su tartamudez. Precisamente este hecho “la conciencia o no de tartamudez” era lo que hasta hace poco se creía que marcaba el paso de las disfluencias infantiles evolutivas a la tartamudez persistente, es decir, se creía que la tartamudez se hacía crónica a causa de la conciencia de la misma.
La logopedia hoy puede afirmar, gracias a las neurociencias, que la tartamudez tiene una base neurológica y un elevado componente genético y no está originada por factores externos ni psicológicos. Sin embargo la tartamudez sigue planteando interrogantes que la ciencia no ha podido responder todavía. Y son los niños con disfluencias los que más padecen las consecuencias de una sociedad que no valora las diferencias y de unos profesionales que no acaban de ser conscientes de la importancia que tiene la DETECCIÓN PRECOZ de las disfluencias infantiles. Con ella no conseguiremos evitar que un niño comience con un habla disfluente, pero sí podremos evitar que esas disfluencias se cronifiquen convirtiéndose en tartamudez.
Así mismo, disponemos ya de criterios diferenciales entre “Tartamudez Persistente” y “Disfluencias Evolutivas”, siendo estas últimas parte de un proceso “normal” de desarrollo del lenguaje. Estos criterios pueden ayudar a elaborar programas de intervención temprana adecuados a cada situación. Si existe un elevado número de criterios será imprescindible una intervención directa. De no ser así, la intervención puede ser mediante la familia, aconsejando de manera adecuada qué hacer y qué no hacer. Para eso la fundación dispone de unas Guías para padres, pediatras y docentes que pueden resultar de gran utilidad para tratar el tema de una manera correcta.
A continuación, compartimos un testimonio que hubiéramos podido evitar con la Detección Precoz.
“Querido Pediatra:
Cuando me enteré de que estaba embarazada de mi primer hijo tuve una imperiosa necesidad de buscar al que iba a ser el pediatra que lo atendiera. Después de conocer a algunos, te elegí a ti, sabía que eras el mejor. Estaba feliz, y hasta tranquila, porque ibas a convertirte en la figura de referencia, aquella que nos iba a enseñar a cuidarlo, a alimentarlo, a identificar los síntomas de algo que podía sucederle y que requeriría una atención especializada.
A los dos años, nos comentaste que era hora de que el niño dejara los pañales, y poco a poco lo estábamos consiguiendo, no antes de haberse hecho pis siete veces. Pero a la vez algo en su habla nos alarmó, comenzó a repetir sin parar “ma-ma-ma-ma-ma…” y mi marido y yo nos miramos con sorpresa.
Como siempre que pasaba algo que no entendíamos, te llamé y me dijiste con tranquilidad y esa sonrisa que nos ponéis a los padres novatos: “Ponle otra vez los pañales y no te preocupes por el niño; no es el momento de tener en cuenta esas cosas del habla”. Confiaba en ti, y tus palabras me tranquilizaron. Pero pasaba el tiempo y el niño seguía repitiendo palabras y sonidos, y tú seguías diciéndome: “Ya se le pasará, es normal en esta etapa de su desarrollo”.
Hoy, mi hijo tiene 19 años, y es un chico encantador, con las cosas propias de los jóvenes de su edad y esa locura de los universitarios que a veces no entendemos y otras envidiamos. Y ¿sabes qué?, tartamudea cuando habla. Y todavía me pregunto qué hubiera sucedido si cuando me dijiste por primera vez que no me preocupara por su habla, también me hubieses aconsejado cómo interactuar con él y, sobre todo, me hubieras recomendado visitar a alguien experto en este tipo de disfluencias. No dejo de pensar que quizás su habla sería hoy más fluida, sin atascos…
En cambio, hice lo todo al revés de lo que debía, porque creía que era la forma adecuada de ayudarle: le completaba las frases cuando se bloqueaba, le pedía que no se pusiera nervioso, miraba hacia otro lado cuando tartamudeaba porque creía que le daba vergüenza que le viera todo colorado, esforzándose al hablar…
Estoy segura de que tú y yo obramos como creíamos correcto. Evidentemente, nadie es culpable de su falta de fluidez. Nadie. Fue un problema de falta de información. Afortunadamente, hoy se sabe un poco más acerca de la tartamudez y de lo importante que es la detección precoz. Es una gran suerte, porque con una intervención adecuada se pueden diferenciar errores normales de fluidez de las expresiones que indican el inicio de la tartamudez.
Y fíjate que, a pesar de esto, sigues siendo el mejor y por eso te necesitamos.
Cuando nuestros hijos son pequeños, los padres, pediatras y profesores somos su guía necesaria para abordar el mundo. Estoy segura de que entre todos lograremos criar a un niño que no será perfecto, pero que sí tendrá las herramientas necesarias para ser un adulto feliz”.
Por eso, mamá, papá, profe, pediatra… dependen de ti, ¡¡¡Di SÍ a la DETECCIÓN PRECOZ!!! La prevención de los trastornos es la mejor terapia.
.
Fundación Española de la Tartamudez