Hablamos con César Bona sobre las escuelas que cambian el mundo

César Bona en el Centro de Formación Padre Piquer

El té que acabábamos de tomar en la cafetería de nuestro Centro de Formación Padre Piquer, pese a la simpatía de las encantadoras señoras que lo atienden, poco hizo para combatir el frío de la tarde de ayer, 25 de enero, en Madrid. Así, doblemente reconfortante fue encontrarnos ante un auditorio lleno hasta la bandera para escuchar a César Bona durante la presentación de su libro Las escuelas que cambian el mundo, realizado junto a Ashoka España.

Se trata del segundo libro de este maestro que saltó a la actualidad mediática tras su nominación al Global Tercer Price y, en él, César Bona cuenta su experiencia recorriendo siete centros de la red Escuelas Changemaker de Ashoka en los que, como él mismo, la educación se entiende de una forma diferente, más reflexiva, inclusiva y participativa.

Antes de compartir con el público sus experiencias y reflexiones que, si nos seguís en redes sociales, pudisteis descubrir con nuestra retransmisión en directo en Twitter, Facebook e Instagram, tuvimos ocasión de hablar con él sobre su libro, la escuela, la sociedad y dónde empieza el cambio que esta necesita.

 

Hola, César, presentas en pocos minutos aquí, en el Centro de Formación Padre Piquer de Fundación Montemadrid tu nuevo libro. Háblanos de él.

Las escuelas que cambian el mundo habla de siete escuelas que están haciendo cosas maravillosas desde hace años. Hay cosas muy bonitas que se están haciendo por ejemplo aquí, en concreto, en Padre Piquer, y yo me siento afortunado porque he podido viajar por esas escuelas, conversar con docentes y niños y aprender mucho de ellos. Y tener la fortuna de poder plasmarlo en un libro para poder compartirlo… ¡Imagínate!

Has pasado 18 meses recorriendo España visitándolas… ¿Qué te han enseñado estas escuelas?

En estos centros sucede algo que yo soñaba, que muchos soñábamos: el que los niños tengan voz, que se les escuche, que se les invite a participar en el centro y en la sociedad. Me parece absolutamente admirable, el hacerles conscientes de que somos seres sociales y que cada paso que das influye en todo lo que tienes alrededor.

Se trata de centros dentro del programa Escuelas Changemaker de la organización sin ánimo de lucro Ashoka.

Sí. Son colegios desde infantil, primaria, secundaria, bachillerato, FP, públicos, concertados. Hay también un instituto público. Cuando la gente dice que esto no se puede hacer en secundaria… pues aquí tenemos el Padre Piquer, por ejemplo.

¿La escuela puede cambiar la sociedad?

Sin duda. Cuando crecemos caemos en cierta inercia y nos cuesta mucho cambiarla. Pero cuando invitas a los niños a mirar lo que tienen alrededor e intentar cambiarlo, responden de manera formidable. Es maravilloso verlo. Ellos sienten que son un ejemplo para otros. Y cuando llegan a ese compromiso social tan importante, ves que no es que la escuela sea el reflejo de la sociedad, es que la escuela puede cambiar esa sociedad.

Padre Piquer, donde estamos ahora, es una de las Escuelas Changemaker que tratas en el libro. ¿Qué has descubierto aquí que te llevas para tus propios alumnos?

Yo aprendí muchísimo con todas las personas que conocí aquí, profesores pero también de los chicos y chicas con que conversé. Me gustó mucho el aula de enlace, por ejemplo, porque hay muchos casos en que vienen chicos y chicas de otro país que no controlan el idioma. Aquí, en cuestión de un mes o dos meses eran capaces de usar un castellano con bastante fluidez, comunicarse. Y esa es la llave que abre las relaciones sociales. Además, a estos chicos les autorizan otros  y evalúan a los profesores. Me pareció mágico ver cómo la implicación hace que la sociedad mejore.

¿Cómo reaccionan los alumnos cuando los empoderas de esa forma?

Pues como cualquiera cuando le dicen “quiero que te sientas implicado”. En ese sentido, los niños y adolescentes no son diferentes a nosotros. Se sienten escuchados, valorados y ven que son útiles, que cuando se implican y la gente responde, todo fluye.

Has dicho en alguna ocasión que debemos invitar a los niños a que salgan y participen en la sociedad. ¿Cómo se hace esto desde el aula?

Pues mira, tenemos ventanas. Basta con decirles “mira por la ventana y dime qué puedes mejorar”. En ese sentido siempre pongo el ejemplo de un parque. Si pides ayuda a un niño a construir un parque, si ese niño planta un árbol, ¿quién es el primero que respeta el árbol? El niño, y los siguientes, los que acompañan al niño. Como queramos que sea lo sociedad tenemos que promoverlo en la escuela.

Enseñar, acompañar, reflexionar, empoderar, imaginar, escuchar, evaluar, cambiar, descubrir, reflexionar, respetar… ¿son estos los ingredientes necesarios en nuestras clases?

A mí me bastaría con algunos de esos para estar con los chicos días y días y días. Reflexionar…. hace falta más invitar a reflexionar que aprender a pasar exámenes. Ver cómo una acción tuya repercute en los demás, pensando colectivamente. Y escuchar, que no sucede muy a menudo.

¿Qué crees que necesita nuestro sistema educativo: más maestros como César Bona o más directores, políticos y hasta padres que entiendan a los próximos César Bona?

Maestros que se llaman Felipe, Luisa, Marisa… y muy buenos hay muchos en España. Muchos y muy buenos. Necesitamos sobre todo valorarles y sacar a la luz lo que están haciendo. A mí me conoces por los medios. Pero ahora mismo hay un maestro en una escuela que está haciendo cosas maravillosas y no se conoce. Esto es uno de los grandes retos que tenemos ahora mismo: hacer que esas personas salgan a la luz y contagien, como está haciendo ahora Padre Piquer.

Y que la sociedad valore esta profesión. Que vean cuán importante es y que vean que el privilegio que tenemos los maestros y la gran responsabilidad la convierten en la profesión más importante de todas, porque de ella vienen todas las demás, que no es poco.