“Las personas mayores son sabias, tienen un poso de experiencia que hay que valorar”

Uno de los ámbitos de acción solidaria que más personas mueve es la atención a nuestros y nuestras mayores,

especialmente a aquellos que atraviesan una situación de soledad no deseada. El confinamiento y la distancia social impuestas por la crisis sanitaria aumentó aún más dicho aislamiento, lo que ha repercutido en su salud física y mental.  

Para paliar ese aislamiento en la medida de lo posible, muchas personas mayores reciben acompañamiento, sea gracias a vecinos y vecinas o a través de entidades especializadas, como es la ONG Grandes Amigos. Esta entidad, participante en varias ocasiones de nuestra Convocatoria de Acción Social, lleva desde 2003 trabajando para aliviar la soledad de las personas mayores, con la ayuda de un gran equipo de personas voluntarias. 

Hablamos con David Fernández, uno de los voluntarios de Grandes Amigos, para que nos cuente cómo desarrolla su acción solidaria: 

¿Cuál es tu motivación para hacer voluntariado? ¿Y por qué en Grandes Amigos? 

Hago voluntariado con personas mayores porque sentía la necesidad de búsqueda, al perder a mis abuelos siendo muy joven. Siempre pensé que tenía que devolver, de alguna manera, la riqueza y el bienestar que ellos me habían aportado.  

Antes de conocer a Grandes Amigos busqué en otras entidades, pero ninguna de ellas logró encantarme. Pero aquí me acogieron fenomenalmente. Además, me gusta cómo trabajan, me siento protegido y apoyado, hay encuentros e intercambios de ideas, y mis propuestas son bienvenidas. Ahora mismo, soy uno de los voluntarios más veteranos de la organización: llevo ocho años colaborando con ellos.  

¿Qué tipo de voluntariado estás haciendo? 

Me encargo de realizar acompañamiento telefónico. Mi voz es conocida entre los mayores del distrito Centro, y eso es algo muy importante, porque tienen mucha desconfianza, como es normal. 

El papel de Grandes Amigos, y de este voluntariado, es de ser un conector. Nos encargamos de retomar las relaciones que han existido siempre en los barrios, que es algo que la sociedad parece que ha olvidado. Antes, los vecinos y vecinas se conocían, había solidaridad… Me lo dicen los mayores a los que acompaño. En estos momentos, se trata de recuperar esa parte de solidaridad, también para cuando todo vuelva a ir “bien”.  

¿A cuántas personas atiendes? ¿Cómo lo haces? 

Ahora mismo [en el momento de realizar esta entrevista], estoy atendiendo a 5 personas. Es muy bonito contarles las anécdotas que ocurren en la sociedad, involucrándoles de forma positiva en lo que está sucediendo. También aprovecho para meter alguna cuña para sacarles del “estado mental” en el que se encuentren, especialmente si atraviesa alguna condición médica. Además, intento aliviarles, en la medida de lo posible, de las preocupaciones que comparten conmigo, porque hay personas que están muy desamparadas. 

Por su parte, cada persona con la que hablo me aporta algo, me enseña, me hace plantearme cosas para el futuro, como que, llegado el momento, hay que disfrutar de las pequeñas cosas. Las personas mayores son sabias, tienen un poso de experiencia que hay que valorar. Para ello, la posición que tú adoptas es muy importante. Por supuesto, la charla con unas personas es más amena que con otras.  

¿De qué manera entablas una relación con los mayores? 

Hay que relacionarse con las personas mayores como si fueran cualquier otra persona: con respeto. No son niños, y no les gusta que les traten de esa manera. Cada mayor es un mundo. En mi ejercicio, yo, que soy muy proclive a hablar, cambio para escuchar, para observar, para acomodarme a su ritmo, su delicadeza, su sentir… El sentido del humor también es fundamental. 

El voluntariado tiene un aspecto muy importante, en el cual tú puedes estar enfadado con el mundo y, al realizar tu labor, recibirás aire fresco que te va a llenar por dentro de energía positiva. Es lo que pasa en el trabajo con personas mayores. Pero te tienes que armar, tienes que dar, tienes que dar lo mejor de ti.   

¿Qué recomendarías a alguien que quiere hacer un voluntariado? 

Le diría que se anime. Hay que aprovechar ese impulso, perder el “miedo” y lanzarse a colaborar. Que cuando escuchen la llamada, actúen. Que no sientan esa carga de responsabilidad por el tiempo que le dedican o que le dejan de dedicar, porque el compromiso lo ponen ellos y cualquier aportación es muy bienvenida. Y que siempre tengan en mente que un voluntariado te va a aportar, te va a enriquecer, te va a preparar para la vida. 

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David es solo una de las muchas personas que, cada día y en distintas entidades, colaboran para que nuestros mayores estén un poco menos solos. Si la experiencia de David te ha animado a ser más solidario y hacer voluntariado, ponte en contacto con el Espacio para el Voluntariado de Fundación Montemadrid. Juntos encontraremos la iniciativa que mejor se ajuste a tus gustos y necesidades.