Clemente Álvarez ha escrito un artículo para ecolab sobre el camino que sigue un teléfono móvil en Europa bien cuando se entrega para ser reciclado, bien cuando se entrega a alguna entidad para ser reutilizado.
Es una historia que se repite con muchos otros aparatos de tecnología (desde fotocopiadoras hasta coches). A parte de la interesante información que se aporta en el artículo, se plantea también, indirectamente, una situación que como todo lo «mundial» es complicada.
¿Reciclar o reutilizar? Reciclar supone la desmantelación del aparato en sí, consumiendo una cantidad de energía y asumiendo, además, que hay una parte de los materiales que es imposible separar y acaban siendo incinerados. Reutilizar supone, como nos muestra el artículo de ecolab, un potencial problema para los países emergentes, tanto por los negocios que llegan a hacerse a costa de sus habitantes como por el problema ecológico que se deriva tras la «muerte» total del aparato en lugares donde no hay leyes y procedimientos para evitar impactos ambientales graves.
En cualquier caso es curioso el recorrido que siguen, sí o sí, por carretera y barco, hasta las plantas de reciclaje o hasta la empresa que los re-comercializa (de nuevo en barco hasta África, Asia, América del Sur…). Con todo el proceso la sensación de «asepsia» y equilibrio con el medio ambiente disminuye notablemente. Al final, hagamos lo que hagamos hay perjuicio a la naturaleza y posibilidades de aprovecharse económicamente de los más pobres.
En fin. Es, como decía al principio, complejo. Entre uno y otro sistema, se reúnen al año unos 240.000 teléfonos móviles que los europeos no queremos.
Así que ante la pregunta ¿reciclar o reutilizar? ¿cuál es la mejor respuesta? Pues hay quien diría «no consumir»… o «consumir aparatos que duren más», «que utilicen materiales más sencillos de separar y reutilizar» y una buena cantidad más de respuestas. Un campo tremendo para innovar, pues está claro que podemos llegar a un mejor sistema.