Lillo, la historia de un perro guía que se jubila

Mariano Fresnillo con Lillo en Maspalomas

Mariano Fresnillo es un ‘ciego visible’. Así se autodenomina este periodista madrileño en el mundo virtual, donde a pesar de las barreras las personas con discapacidad cada vez tienen más voz y visibilidad. 

Se quedó ciego con 18 años, por lo que se tuvo esforzar en superar barreras. En los últimos años gran parte de ellas las ha podido burlar junto a su perro guía Lillo, que en septiembre cumplirá 11 años, una edad más que aceptable para colgar el arnés de guía y descansar de una labor que tantas experiencias le ha reportado.

Por ello, Fresnillo, ha querido dar la palabra en su blog a ese amigo de cuatro patas cuyo nombre rima con su apellido. Es su particular homenaje:

“No os lo podéis imaginar, si es que no para… He realizado, seguro, muchas más actividades en mi vida que muchas personas. Y es que, debido a su profesión y espíritu de periodista, no hemos parado. He montado en avión, barco, trenes, autobuses, metro… Hasta una vez en Mallorca me montó en una lancha con un amigo… ¡¡Ya le vale!! Multitud de actos públicos, charlas, reuniones, reportajes periodísticos y, claro, ahí yo tenía siempre que mostrar mi cara buena y portarme bien porque en infinidad de ocasiones nos grababan con cámaras y luego eso queda. Yo lo tenía muy claro, pues ya conozco de sobra a Mariano y cuando se ponía nervioso o alterado y hablaba deprisa, yo ya pensaba: hoy tenemos jaleo… Tened en cuenta que yo madrugo con él, trasnocho con él, y he vivido con él sus penas, alegrías, salud y enfermedad… ¡¡Anda…!! No quería pero me ha salido igual que cuando en las bodas se prometen amor eterno…”

El texto al que pertenecen estas líneas tuvo tan buena acogida que el periodista ha tenido que ponerse de nuevo ante el ordenador para desvelar más vivencias que ha compartido con su peludo de referencia. Un momento muy especial fue el primero que compartieron guía y guiado, un instante especial que la mayoría de la sociedad apenas se imagina:

Cuando recibes la llamada de que tienes un perro esperando en la escuela de perros guía, instruido perfectamente y que en breve será parte de ti, se emociona uno mucho y espera que llegue ese día pronto. Ingresas un lunes, para estar allí con tu nuevo amigo de dos a tres semanas interno porque de esta manera se crea lo que llaman el “vínculo” entre usuario y perro

«Esta cuestión es muy importante, pues el animal después de nacer, a los dos meses, abandona la escuela para estar un año con una familia educadora. A continuación vuelve de nuevo a la Fundación ONCE del Perro Guía, para iniciar de seis meses a un año el entrenamiento e instrucción como guía y al término de este proceso formativo, como veis muy amplio, llegamos nosotros para ser ya el amo definitivo para ellos. Comprobaréis que van cambiando de dueños constantemente en poco tiempo y, para que este último cambio sea fructífero, es necesario este ingreso en la escuela y pasar así con él, mañana, tarde y noche y fortalecer este nuevo vínculo con nosotros para muchos años”.

Lillo, el perro protagonista de este post, con pajarita

Mariano recuerda esos primeros días con su compañero como si hubiesen ocurrido hace apenas un mes:

“Al segundo o tercer día llega el punto culminante. En una sala, los instructores al grupo de futuros usuarios ciegos de perros guía, nos van diciendo a cada uno que te ha tocado:

– ‘Mariano, vete a la habitación que allí te encontrarás con tu nuevo amigo. Es un labrador negro, de dos años, nació el 24 de septiembre de 2002, se llama Lillo’ y verás cómo te encanta».

Allí estaba yo, expectante, nervioso, y de repente se abría la puerta y, con mi instructor Beni, venía Lillo de jovencito lleno de curiosidad, de energía empezando a olerme y a cotillear en la sala… Nos dejaron solos y después de jugar un poco con él, acariciarlo y sobarlo, cuando me di cuenta ya estaba en su cuna apaciblemente tumbado y durmiendo sin problemas

Pero si Mariano tuviese que elegir un solo instante de todos los vividos con su labrador negro, y de otro perro guía que tuvo anteriormente, es cuando el instructor le entrega el arnés:

Como si estrenaras tu nuevo coche, comienzas a andar con tu flamante amigo por las instalaciones de la escuela… ¡Parece que vuelas! ¡Una sensación de libertad, frescura, agilidad… con un perro guía, son sensaciones que no olvidaré nunca!

Lo dice un veterano periodista que ha vivido multitud de experiencias y que tiene como lema que todo se puede afrontar porque muchas de las barreras están solo en la cabeza. Lo dice porque sabe que el mensaje de la discapacidad es algo que se puede comunicar con naturalidad, porque la sociedad tiene que conocer la normalidad de las personas ciegas y con otras discapacidades.

Un ejemplo de esa normalidad, es la colaboración que este periodista que trabaja en la ONCE hace en las redes sociales y el mundo virtual. Otro ejemplo podría ser el libro que Mariano Fresnillo publicó hace unos meses en el que recogía el testimonio de varias familias que conviven con personas con diversos tipos de discapacidad. Se titula ‘Lágrimas por mi’ (Editorial San Pablo). Seguro que a este “ciego visible” se le escapa alguna por la jubilación de Lillo mientras espera que otro amigo de cuatro patas le sigua el ritmo.